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El propósito de Dios
Efesios 1: 9-10
"Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en si mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra."
Introducción
El buen placer de la deidad fue que toda Su plenitud morase y se manifestase en Cristo. Este fue el propósito de Dios, un propósito de plena bendición. La forma en la cual Dios está a punto de manifestar ese propósito, y en el cual estamos asociados con sus bendiciones es infinitamente interesante para nosotros.
En las siguientes páginas solo una pequeña parte de ese propósito ha sido tratado, la parte exterior, por decir así, una parte que sin embargo no es por ello menos interesante.
Dios ha querido cumplir esto en una forma visible, en vista a que ese propósito puede sernos revelado por medio de verdades positivas, que, mientras introduciendo al cristiano en comunión con Dios, quien es su fuente, lo preserve_ débil criatura como él es_ de sustituir los extravíos de su propia imaginación por las santas manifestaciones que Dios nos ha dado de Sí mismo. El tema que estamos tratando está contenido en la oración del apóstol Pablo, que encontramos en Efes.1. Este tema encuentra una fuente más profunda todavía (a la que hemos aludido) en aquello que se nos anuncia al final de Efes.3, y no podemos gozar verdaderamente el sujeto tratado en Efes.1, sin haber sentido en alguna medida el poder de Efes.3
Por lo demás, al comunicar lo que sigue, solo respondo en debilidad a unas pocas personas, y estoy confiado que Dios querrá suplir lo que falte.
La Iglesia y los Judios centros respectivos de la gloria celestial y terrenal en Cristo
Dos grandes objetos se nos presentan para nuestra contemplación por las profecías y testimonios de las Escrituras, que se refieren al Milenio: por un lado, la iglesia y su gloria en Cristo; y por el otro, los Judíos y la gloria que ellos poseerán como nación redimida por Cristo. Estos son el pueblo terrenal y el celestial. El mismo Hijo, que es la imagen de la gloria de Dios, será su centro común, y el sol que los iluminará a ambos; y aunque el lugar donde mora Su gloria en la iglesia será el cielo, donde Él ha "establecido un tabernáculo para el sol" (Sal.19: 4), las naciones andarán a la luz de ella. Esta será manifestada sobre la tierra, y la tierra gozará sus bendiciones. Cuando todo sea cumplido Dios será todo en todo. El tabernáculo de Dios estará con los hombres, no descendiendo a, por decir así, sino descendiendo del cielo.
Todas estas cosas, y la forma en que ellas tendrán cumplimiento, son reveladas en detalle en las Escrituras. Aunque la iglesia y el pueblo de Israel son cada uno los respectivos centros de la gloria celestial y terrenal, en su conexión con Cristo, y a pesar de que ellos arrojen cada uno al otro una brillantez mutua de bendición y gozo, aun así cada uno de ellos tiene una esfera que es propia a cada uno de ellos, y en la cual todas las cosas son subordinadas a esto. Con respecto a la iglesia, ángeles, principados, y poderes, con todo lo que pertenece al cielo_ el dominio de su gloria, con respecto al pueblo de Israel, las naciones de la tierra.
Aquí nos limitaremos a la historia y condición de la iglesia, por un lado, y a aquello relacionado con el pueblo de Israel, por el otro.
"En el comienzo Dios creó," nos dice el A. Testamento. "En el comienzo era el verbo," nos dice el N Testamento, proclamando el fundamento de una gloria más alta y durable que aquel de la primera creación, y sobre el cual debía descansar la restauración de la primera, cuando fue arruinada por la debilidad y el pecado del hombre.
"En el comienzo creó Dios los cielos y la tierra." Cuando estos salieron de la mano del Creador, todas Sus obras eran "buenas". Pero apareció el pecado, y estropeó todo (compare Col.1: 20, con Efes. 2:10) Por un momento, Dios descansó, por decir así, en ellos; pero ese descanso fue de breve duración. Las Escrituras dicen poco del mal que manchó los cielos: todo lo que sabemos es, que hubo ángeles que cayeron. Pero fue sobre la tierra y entre los hombres que la maravillosa y divina redención debía ser desplegada y este tema se nos revela en toda su plenitud.
El descanso de Dios en la nueva creación por medio del segundo Adán
El descanso de Dios, en la primera creación, fue muy breve. El descanso del hombre con Dios desapareció como un sueño de mañana. Pero la bendición de Dios no pasará en la misma forma. Aquello que fue temporal a causa de la debilidad del primer Adán, debía ser restaurado sobre un fundamento infinitamente más excelente por medio del despliegue del poder del Segundo Adán; la voluntad de Dios es someter y unir en Cristo todas las cosas, las que están en los cielos y la tierra (Efes.1: 10)
Cristo el heredero, la Iglesia coheredera de el a través de la resurrección
Es sobre esta reunión en uno de todas las cosas a y en Cristo, como su Cabeza (Griego, anakephalaiosis_ encabezar), que depende el carácter y sustancia de la esperanza de la iglesia, hasta que Dios sea todo en todo. En este punto de vista, la Escritura habla de Cristo manifestado, como siendo el Heredero de todas las cosas, y de la iglesia como coheredera juntamente con Él. Es como si este fuese, el carácter formal que le es atribuido a Él con relación a todas las cosas; para que podamos comprender cual es nuestro lugar con Él. De este modo está escrito, que Dios ha señalado a Cristo como "heredero de todas las cosas" (Heb. 1:2), y que en Él, "hemos obtenido herencia" (Efes.1: 11); Y que somos "herederos de Dios, y coherederos juntamente con Cristo," (Rom. 8:17). Este glorioso título de Cristo_ el Heredero_ tiene aun un más glorioso origen. Él es, "el Primogénito de toda criatura, porque por Él son todas las cosas creadas las que están en el cielo y las que están en la tierra... y para Él," (Col.1: 15,16. La iglesia, los hijos de Dios, son por tanto coherederos juntamente con Cristo. ¿Cómo son ellos tales? Es esto lo que tenemos ahora que desarrollar. Cristo recibe la herencia en Su carácter de hombre, de Hombre resucitado, que fue una vez nuestro compañero en sufrimientos a causa del pecado, y entonces el cabeza, raíz, y fuente de toda bendición.
Debemos primero destacar que el primer Adán era, "figura de Aquel que había de venir," y es un tipo y figura del Segundo Adán de quien estamos hablando. Él es referido en este respecto en Efes.5: 30,31. Antes de Su manifestación, el último Adán es, por decir así, oculto, como el primer Adán fue sepultado en un sueño;[1] Eva, que prefigura a la Iglesia, es tomada de su costado, y Dios se la presenta como la ayuda idónea para él, para ser su compañera en el gobierno y herencia de todas las cosas que le fueron dadas por Dios en el paraíso.
De este modo, que es Dios y también hombre, se presentará a Sí mismo a la iglesia cuando despierte en Su gloria, para poder compartir con Él ese dominio que ya Él posee en derecho y por don de Dios. "La gloria que me diste les he dado," (Jn.17: 22)
Adán y Eva, tomados colectivamente, son llamados Adán, como si fuesen uno solo (Gén.1: 27; 5:2), aunque, en cierto sentido, Eva fue inferior a su marido, y vino a la existencia después de él. Así es con Cristo y la iglesia, que son un solo cuerpo místico. Este tipo, familiar aquellos que leen las Escrituras, presenta, en una forma muy simple, todas las formas de la realidad prefigurada, con esta excepción, que el Segundo hombre, siendo "del cielo" (1 Cor. 15:47), es también Cabeza y Señor de las cosas celestiales.
Todas las cosas puesta bajo los pies del segundo Hombre
Consideremos ahora los pasajes que hablan del dominio del hombre, y de la unión de la iglesia con Cristo en ese dominio[2]. Esto resulta claramente, de los términos en los cuales ellos han sido expresados, en que su cumplimiento no ha tenido aun lugar. Todos estos pasajes descansan sobre el Sal.8. Allí el Espíritu Santo dice, "le has coronado (al hombre, al Hijo del hombre) con gloria y honor...has puesto todas las cosas bajo sus pies;" Después nos dice en Heb.2: 7, 8,9 que no vemos esto todavía realizado, pero si vemos a Jesús "coronado de gloria y honor," para ser señalado a la iglesia como Aquel en quien, como hombre, debe tener todas las cosas bajo Sus pies. Mientras tanto, y hasta que los propósitos de Dios sean cumplidos, hasta que los enemigos de Cristo, que tienen el poder en injusticia, sean hechos estrado para Sus pies_ en una palabra, durante el período de la dispensación actual_ Cristo está sentado a la diestra de la Majestad en las alturas; Él se sienta, como habiendo vencido, a la diestra de Dios Padre. Es de esta forma que Él concederá a todo aquel que venza, el sentarse sobre Su propio trono (Apoc.3: 3:21), cuando Él tome posesión de este y reine.
Efes.1: 17 al 2:7 nos muestra a la iglesia unida a Cristo en todas estas circunstancias, conforme a la obra del poder que levantó a Cristo de entre los muertos; Cáp. 2:7 señala la causa, el glorioso motivo de esto. En el Cáp. 1:22, encontramos nuevamente la citación del Sal.8: "Y sometió todas las cosas bajo Sus pies." Y el apóstol añade: "Y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, que es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que lo llena todo en todo."
De esta forma, por tanto, la iglesia es unida a Cristo, como el cuerpo del cual Él es la Cabeza, y bajo cuyos pies Dios ha puesto todas las cosas. "Cristo cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, que es Su cuerpo." Ver el griego. En cuanto a este carácter, es como habiendo sido resucitado de entre los muertos que posee esto, como lo establece caramente el pasaje. Pero este último punto es tratado en forma especial en 1 Cor. 15, donde encontramos nuevamente la citación del Sal.8.
"Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. 22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. 23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. 24 Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. 25 Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. 26 Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. 27 Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. 28 Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos[3]." (Vv.21-28)
Cristo, en este carácter de Hombre resucitado, reina por tanto sobre un reino que Él entregará, para que Dios pueda ser todo en todo. Toda esta administración, y dominio humano, que es mostrada en el Sal.8, llegará a un fin, para que la gloria de Dios, simplemente pueda ser universal. En cuanto a la forma en la cual estas cosas deben cumplirse hay otros salmos que nos presentan esto.
Cristo como heredero recibe la herencia en la forma de promesa
Hemos visto que Cristo es el heredero, en título y derecho, ya que es el Creador de todas las cosas_ todas ellas han sido hechas por Él y para Él, como el Hijo; y también porque Él ha sido establecido como tal en el propósito de Dios. De manera que, Dios (actuando) en la forma de promesa, todas estas encuentran su centro en Cristo. "Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo." (Gál.:16). "Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios" (2 Cor.1: 20). De este modo Cristo es el heredero, la Simiente, a quien ha sido hecha la promesa.
El rechazo de la simiente natural da la ocasión para la introducción de la simiente espiritual en los lugares celestiales
Con relación a esta tierra, el pueblo de Israel, la simiente conforme a la carne, estaba, en medio de toda la humanidad, la que estaba en la mejor posición para recibir al Señor, en un mundo que no le conocía; y viniendo a ellos, "A los suyos vino," (Jn.1: 11. Ese pueblo poseía la ley, las promesas, los pactos, los oráculos de Dios; y fue de en medio de ellos, conforme a la promesa, que Él debía venir, y que vino, Rom. 9:4,5. Fue este pueblo que, en medio de un mundo perdido, poseía, a causa de sus relaciones con Dios, el sábado_ esa señal que debía recordarles la esperanza del descanso de Jehová. Pero cuando el Mesías apareció, aunque Su venida estaba en perfecta armonía con las predicciones de sus propios profetas, los judíos no le recibieron. Es verdad, ellos dijeron, y esto justamente, "este es el heredero;" Pero como lo odiaban, añadieron, "venid, matémosle, y tomemos su heredad," (Mr.12: 7). De este modo se desvaneció la última esperanza del descanso de Dios sobre la tierra. Después de todo lo que sucedió, Dios quiso enviar a Su Hijo; pero esta prueba sirvió para completar la evidencia de que el hombre está completamente sin recursos, y que todo hombre a un en su mejor estado es solo vanidad, (Sal.39: 5)
Pero esto solo abrió el camino para una dispensación más admirable, y gloriosa. La tierra y el pueblo de Israel como nación fue puesta por un tiempo a un lado, aunque "irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios." El designio que estaba oculto en Dios por edades estaba a punto ahora de ser revelado (es decir, el reunir en un cuerpo, y en Cristo, al remanente de los Judíos y la plenitud de los gentiles, en vista a introducirlos en lugares celestiales). La compañera y esposa de Aquel que ha sido rechazado, pero que ha resucitado_ la iglesia_ es reunida de entre todas las naciones, mientras su Esposo está sentado a la diestra de Dios; y ella brillará en la misma gloria de Él, cuando su Señor aparezca, (Col. 3:4; 1 Jn.3:2)
Cristo, en Su carácter de Simiente de Abraham, es el heredero de las promesas. Si Él hubiese tomado posesión de esta herencia durante Su vida aquí abajo, Él habría poseído esto para Él solo. De hecho, después que Él hubo manifestado Su gloria como Hijo de Dios por medio de la resurrección de Lázaro, y como Rey de los Judíos por Su entrada en Jerusalén, cuando los Griegos vinieron en Su busca, Él dijo que había llegado la hora cuando (a pesar de l rechazo de la Simiente prometida por parte de los Judíos) el Hijo del hombre sería glorificado; pero, el Señor inmediatamente añade, "si el grano de tr4igo no cae a tierra y muere, queda solo: pero si muere, este lleva mucho fruto." (Jn.12:1-24)
Debía ser como resucitado que Cristo debía entrar en posesión de la herencia con la iglesia_ la espiga, brota del grano de trigo arrojado en la tumba_ con la iglesia desde entonces perfectamente justificada, Rom. 4:25. De esta forma Cristo hereda las promesas, no como habiendo venido en carne a la tierra, sino como resucitado. Él las hereda, después de haber hecho todo lo que era necesario para la redención de la iglesia, y en el poder de esa vida que Él ha tomado nuevamente, de lo cual Él hace participante a Su esposa. El resultado de esta unión es, que las almas que forman la iglesia, cuando ellos son nacidos del Espíritu santo, son consideradas como resucitadas juntamente con Él. En una palabra, Cristo es Heredero, en Su carácter de Hombre resucitado_ Cabeza resucitada de la iglesia.
Pablo, en Gál. 3:17, habla de la confirmación de la promesa hecha a Cristo, y lo que él dice concuerda perfectamente con lo que hemos estado diciendo. Además, el apóstol está citando Gén. 22:18, "y porque has obedecido mi voz, en ti serán benditas todas las familias de la tierra." En estas palabras encontramos realmente que la promesa, hecha a Abraham en el Cap. 12 y que se refiere a la bendición de las naciones, es confirmada a la simiente del patriarca, después que esa simiente ha sido restaurada a la vida en figura de resurrección; Heb. 11:19.
De este modo vemos como la escritura establece, bajo diversos aspectos, esta bendita verdad, que la iglesia debe ser unida a Jesús, en vista a que, cuando Él tome posesión de Su herencia, pueda tener una compañera idónea para Él, asociada con Él en todas las cosas, y perfectamente semejante a su glorificado Esposo. Para el completo cumplimiento de estas cosas, fue necesario, no solo que la iglesia fuese redimida, sino también que Cristo fuese a preparar un lugar para ella.
Cristo exaltado en los cielos prepara un lugar para la iglesia, y puede cumplir las promesas hechas a Israel mientras la iglesia es llamada
La resurrección del Salvador tiene el doble resultado de cumplir la redención de la iglesia, y de poner a Cristo en un lugar donde Él pueda asegurar las misericordias de David (Hech.13: 34), es decir, confirmar en Su nombre todas las promesas hechas a Israel. Además, fue también necesario que Él tomase posesión de los lugares celestiales, en vista a establecer el reino del cielo y llenar todas las cosas (Efes. 4:10)[4], como también asociar a la iglesia con aquella gloria_ nueva, y eterna_ preparada antes de la fundación del mundo, y todavía oculta de edades pasadas, pero cuya manifestación había sido determinada de acuerdo a la sabiduría de Dios por el rechazo del Mesías por parte del pueblo Judío.
Aquí debemos distinguir dos cosas: Cristo preparando un lugar, una habitación celestial; y Cristo reuniendo de entre todas las naciones a aquellos que deben ser Sus coherederos, llamando a la esposa que debe entrar en posesión de la herencia con Él mismo. De este modo, en Jn. 14:2,3 el Señor dice, "En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis" (Jn.14: 2,3). En Jn. 17:24: "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo" En Rom.8: 29, está escrito: "Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos"
Cristo a su venida recibe la herencia con la iglesia transformada
En Col. 1:18, Cristo es llamado "Cabeza del cuerpo, la iglesia....el Primogénito de entre los muertos."
¿Pero en qué forma se realizará esto? _ "Como hemos traído la imagen del terrenal, también traeremos la imagen del celestial". "Y como es el terrenal, también son los terrenales, y como es el celestial, así son también los celestiales." Estas palabras se encuentran en 1 Cor.15, donde encontramos el tema de la resurrección tratada exclusivamente. De este modo nuevamente está también escrito en Rom.8: 30, "y en referencia no a la santificación, sino a la gloria_ "Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó". Fil. 3:21: "el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas."
El tiempo cuando estas cosas serán cumplidas se enseña claramente en las Escrituras. Cristo está ahora oculto en Dios, y nuestra vida está oculta con Él allí; Col. 3:3. El tiempo presente es ese durante el que son reunidos, por el Espíritu Santo, los miembros de Su cuerpo, Sus coherederos, mientras Él está sentado a la diestra de Jehová, hasta que Sus enemigos sean hechos estrado para Sus pies. El apóstol dice, "Pero él, habiendo ofrecido un sacrificio por los pecados, se sentó a perpetuidad a la diestra de Dios, esperando desde entonces hasta que sus enemigos sean hecho estrado de sus pies," (Heb.10: 12-14) El ha cumplido todo lo que debía ser hecho para nuestra redención, y mientras Él está todavía reuniendo a los Suyos por el poder del Espíritu Santo que Él ha enviado, y Quien lo revela, y al Padre a través de Él, Él está sentado, en espera de la posesión_ y no en posesión efectiva_ de la tierra, de la creación, hasta que el número de los coherederos sea completado. Él está sentado sobre el trono del Padre, y es allí que la iglesia lo conoce en el tiempo presente.
Pero mientras Él está esperando, nosotros también esperamos; y aun con relación a toda la creación, esta también espera la manifestación de los hijos de Dios. En cuanto al tiempo y forma de esa manifestación, las Escrituras también son claras. Y como hemos de ser hechos conformes a la imagen del Señor Jesús, es evidente que esto debe ser por resurrección y glorificación; porque Él está resucitado y glorificado. Por tanto se dice que toda la creación espera la manifestación de los hijos de Dios; y el apóstol añade, "Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. 19 Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. 20 Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; 21 porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; 23 y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo." (Rom.8: 19-23) Nuevamente, está escrito, "Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es" (1 Jn.3: 2)
Los santos juzgaran al mundo
Ya hemos visto que el Señor dice, "Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis" (Jn. 14:3) y esto es lo que tendrá lugar, ya sea por resurrección, o por ser transformados; porque "He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados" (1 Cor.15: 51). Esta es la entrada de la iglesia en la gloria, como se nos enseña detalladamente en 1 Tes. 4:16,17: "Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor." Uno puede leer en Apocalipsis 19 la descripción de esta escena_ las bodas del Cordero, y el posterior juicio de la tierra, o al menos de los cabezas de la rebelión anti-cristiana. Este juicio es nuevamente descrito en términos más generales en Judas 14,15, "De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, 15 para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él." Y en Zacarías 14:5, se dice, "y vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos."
¡Qué bendito tiempo aquel cuando Cristo se presente a la iglesia a Sí mismo, como una esposa gloriosa, "no teniendo ni mancha ni arruga, ni cosa semejante"! (Efes.5:27. vestida con la belleza y gloria que le pertenece, viendo en su Señor la belleza y gloria del Padre, ella es además asociada con la gloria de su Esposo en el poder de ese amor con el cual Él la amó, y se entregó a Sí mismo por ella, para que ella pudiese ser perfectamente limpiada y hecha gloriosa con Él, donde Él está; entonces manifestado en gloria, rodeada con honores tales como aquellos que Él mismo recibe, participante de toda Su gloria (como Hombre) de esa gloria que el Padre le dio para que el mundo pueda saber que el Padre la amó, como lo amó a Él. Asociados con el Señor de gloria, los santos juzgarán a los ángeles y al mundo; ellos serán loas siervos e instrumentos que dispensaran la luz y las bendiciones de Su reino sobre una tierra libertada de todas sus aflicciones, y donde Satanás no estará más. "Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando" (Heb.2: 5). "Mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento. 36 Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección" (Lc.20: 35,36). "Sobre los tales la segunda muerte no tiene poder," sino que ellos vivieron y reinaron con Cristo por mil años (Apoc. 20:6). ¡Bienaventurados estos creyentes!
A la venida de Cristo, estos (ya resucitados en cuanto a sus almas) resucitaran en cuanto a sus cuerpos, por Su Espíritu que mora en ellos, (Rom.8: 11). Esta es la resurrección_ no de juicio, sino de vida (Jn.5: 29) _ que pertenece a la iglesia en virtud de su unión con Cristo por el Espíritu Santo. Esta no puede, por tanto, concernir a los malos, aunque ellos también serán resucitados en su propio tiempo por la palabra de Cristo, pero para ser juzgados. Aquellos que pertenecen a Cristo serán resucitados a Su venida; en cuanto al resto de los muertos, su resurrección se realizará cuando Cristo, después de haber entregado el reino, se sentará, como Hijo del hombre, sobre el gran trono blanco, para juzgar a los muertos, cuando la tierra y el cielo habrán huido de delante de Su faz (Apoc. 20:11)
Esta es la enseñanza de la palabra de Dios. La toma del reino por parte de Cristo es descrita en Daniel; pero tratar este tema nos llevaría a nuestra segunda parte, la gloria terrenal: por tanto por ahora dejaremos esto hasta aquí. Nuestro único deseo aquí fue mostrar el lugar que la iglesia ocupa en esta escena, y la conexión que existe en la Escritura entre esa doctrina_ bien comprendida_ y las más fundamentales y confortantes verdades que forman la esperanza y gozo del creyente.
El reino del Padre
Hay un punto en este tema que difícilmente hemos tocado, pero cuya consideración nos llevaría demasiado lejos de nuestro principal objeto aquí, y podría exponernos al peligro de perder de vista esto. Y este es el lugar que el amor del Padre tiene aquí_ un tema igualmente lleno de profundo confort. Es por el reino del Padre que el Señor Jesús enseñó a orar a Sus discípulos: es el reino del Padre en el cual los justos brillaran como el sol (Mt.13: 43), es decir, como Cristo, el Sol de justicia. Es en la gloria del Padre que Cristo aparecerá, y esto es para nosotros una muy feliz circunstancia en la bendición de ese gran día. Aquí entramos en aguas profundas, y aun más calmas; dentro de esa eternidad que es serena y un océano de infinito gozo_ un gozo que, sin embargo, conoceremos su anchura, y extensión, y su altura y profundidad, que pasa todo conocimiento; porque es allí que aprenderemos estas cosas; es allí que estudiaremos la gloria. Aquí abajo podemos sentir quizás más profundamente lo que es la gracia; allí seremos la plena manifestación de esta, pecadores hechos semejantes a Cristo mismo (Efes. 2:7)
Pero los pasajes que han sido puestos bajo los ojos del lector, con las reflexiones añadidas, pueden bastar para guiar a aquellos que desean investigar más lejos esta simple pero preciosa verdad, y recibir la revelación de ella en sus almas. Ellos no dejaran de sentir que esto contiene todo; la plenitud de Aquel, que, sin tener un comienzo, se complació en nacer, y quien, no teniendo fin, se agradó en cumplir eternamente en nosotros ese infinito gozo, la realización de lo que nos hará capaces de gozar esto en una medida siempre creciente. Tendremos grandes lecciones que aprender en la gloria con Cristo, el Cordero, en quien el Padre ha sido plenamente revelado. La vida que hemos recibido nos da aun ahora derecho a gozar de estas bendiciones como siendo nuestras.
Este es un simple bosquejo de la posición que la iglesia ocupará, cuando Cristo sea revelado en Su poder y gloria. Entonces ella será manifestada como Su esposa, y compañera, en la misma gloria con Él mismo, y todas las cosas serán bendecidas a través de esto. Porque está será la esfera y medio de desplegar la gloria y la bendición de Cristo.
Autor J.N.D.