Resumen de la historia del Texto Sagrado
Introducción
Presentamos al lector el resumen de una historia de seis mil años. Los acontecimientos que, en este pequeño planeta, forjaron la más grande obra jamás creada en los Cielos y en la Tierra: Las Sagradas Escrituras. Ente vivo, eficaz para quitar la muerte y sacar a luz la vida y la inmortalidad, y manifestar al mortal el conocimiento personal de Jesucristo.
Inspiración
La inspiración verbal y plenaria de la Escritura recayó exclusivamente sobre los Autógrafos Sagrados. Su infalibilidad se limita, por tanto, al Texto Original de la Biblia, y nunca benefició al copiado manuscrito, aun siendo en los idiomas originales. Mucho menos puede entonces la Providencia beneficiar a las traducciones que de esas copias se derivan. (2 Tim 3:16-17)
Confección de libros antiguos
¿Cómo fue la confección de los libros en la antigüedad? ¿Qué materiales se utilizaron? Hasta la invención de la imprenta -siglo XV- el texto de la Biblia (así como cualquier otro tipo de registro escrito) se realizaba mediante el laborioso trabajo de copiar letra por letra y palabra por palabra. Por lo tanto, el análisis y la consideración del proceso histórico envuelto en la confección y transcripción de manuscritos, es de suma importancia en las labores de restauración textual.
La escritura primitiva
Dios creo con arcilla a un hombre hablante. Así lo testifica el libro de Job 38.14. Si Adam hablaba, ¿sabría también leer? ¿Cómo fue la escritura primitiva? El uso semántico de las escrituras alfabéticas difiere del uso moderno europeo de la escritura alfabética en dos aspectos importantes. En primer lugar, el sentido normal de la escritura en los textos semíticos es de derecha a izquierda, en lugar de izquierda a derecha. En segundo lugar, los sonidos vocálicos y los diptongos de las lenguas que usan las escrituras semíticas (a,e,i,o,u, ou, ai, oo, etc.) no se escriben, y sólo se registran las consonantes (b, k, d, f, g, etc,).
Labor de los escribas
El trabajo de los escribas fue una labor de suma importancia ya que la transcripción de los mensajes debía hacerse con mucho cuidado y atención. A veces la tarea era pesada a causa de las condiciones en las que se realizaban. Una vista cansada, una districción, una palabra mal entendia o solo el cansancio alteraban la fidelidad de lo copiado. Las llamadas "variantes textuales" son el resultado de estas causas involuntarias y también las voluntarias.
El texto del Antiguo Testamento
- Introdución
El texto bíblico A.T. circuló en la antigüedad en diferentes formas, muchas de las cuales hoy conocemos y entendemos gracias al descubrimiento, en las últimas décadas, de los manuscritos del Mar Muerto. Ahora podemos afirmar que en los últimos siglos precristianos se usaba una pluralidad de formas de texto en Palestina.
Aunque todos ellos parten de un único texto, el Urtext (Texto Original) de los tiempos de Esdras, todos ellos presentan diferentes características y enfoques del texto bíblico, y entre ellos también encontramos diferentes agrupaciones. Según los más estudiosos, los términos «recensiones» y «tipos de texto» que se usan con tanta frecuencia en la erudición bíblica, no son aplicables a estos grupos. Así pues, del Urtext se realizaron copias, y copias de copias y más copias, dando lugar a distintos grupos de testigos:
Pentateuco Samaritano. Transcrito igualmente en paleo-hebreo consonántico. Es posible que Tobías amonita, al ser expulsado por Nehemías (Neh.13.4-9; Esd. 4.1-4) obtuviera una copia de la Torá para configurar el orden cultual en Samaria. El Pentateuco Samaritano es la base de la Escritura Sagrada para los samaritanos de hoy en Israel, y esencialmente es una copia del Pentateuco con una serie de variantes introducidas a fin de respaldar las formas del culto rival surgido en la división del reino en tiempos de Jeroboam.
Las opiniones sobre el origen de la comunidad varían. Los propios samaritanos creen que su origen se remonta a la época de Elí (siglo XI a. C.), cuando los «judíos» se retiraron de Siquem para establecer un nuevo culto en Silo, que luego fue llevado a Jerusalén. Según ellos, los judíos se separaron de los samaritanos, y no al revés. Un punto de vista diferente, de acuerdo con la tradición en fuentes judías, se refleja en 2 Reyes 17.24-34. Según este pasaje bíblico, los samaritanos no eran originalmente judíos, sino paganos traídos a Samaria por los asirios después de su caída en el siglo VIII a. C. En el año 1616 Pietro del la Valle se hizo en Damasco con una copia, que fue dada a conocer en Occidente a través de las Poliglotas de París y de Londres. Septuaginta. El segundo grupo resultó en la traducción griega denominada Septuaginta Alejandrina (LXXA). Es la primera traducción de la Biblia.
Su nombre designa propiamente la traducción de la Torá hebrea al griego, llevada a cabo en Alejandría durante el reinado de Ptolomeo II Filadelfo (285-246 a.C.). La traducción del resto de los libros se produjo en un proceso que duró unos cuatro siglos, es decir, hasta el Siglo I d.C. Su necesidad se justificaba por el número considerable de judíos de habla griega (helenistas) que residían en Egipto bajo la favorable dinastía Ptolemaica. Por primera vez la sabiduría de Israel, condensada a lo largo de siglos en la Biblia hebrea, pasaba de una lengua semítica a otra indoeuropea, y por este cauce al mundo occidental. Al ser más tarde adoptada como Biblia oficial de los cristianos, esta versión acompañó la expansión del cristianismo, tanto en Oriente como en Occidente, e influyó de mil formas diferentes en la cultura. Solamente a partir del siglo V d.C. sería destronada en Occidente por la nueva versión de Jerónimo al latín, denominada Vulgata.
Fue preciso esperar al siglo XX para que de nuevo la Septuaginta recuperara el protagonismo. Hoy proliferan los estudios y las traducciones de este texto fundamental que fue compartido por el judaísmo helenístico y por el cristianismo naciente. El nombre de Septuaginta (LXX) o los Setenta designaba en un principio el número de traductores del Pentateuco (70-72), seis por cada tribu. Texto Rabínico. Tal como ha llegado hasta nosotros, el texto tradicional del Viejo Pacto se conoce como Texto Masorético (TM). Su nombre proviene de la palabra hebrea masorah = tradición. La historia de su preeminencia puede sintetizarse así:
Estadio de fluidez textual antes del 70 d.C.:Junto a la línea de transmisión textual que nos llega a través de los masoretas medievales(grafía cuadrada aramea), reaparecen ahora, gracias a los hallazgos de los manuscritos del Desierto de Judea, otras líneas de tradición textual que fueron borradas a finales del siglo I d.C. y comienzos del siguiente, y de las que solo se habían conservado reflejos en la Septuaginta, el Pentateuco Samaritano, algunas citas de los escritos apócrifos y el Nuevo Testamento.
Estabilización del texto consonántico 70-150 d.C.: Esta etapa contempla la progresiva estabilización del texto consonántico (cuadrado arameo), conseguida a través de una previa depuración de los numerosos textos que se hallaban en circulación en la época pre-cristiana. Tras la hecatombe del año 70 d.C., cuando los romanos reconquistaron Jerusalén, muchos manuscritos hebreos fueron destruidos o desaparecieron. Desde esa fecha en adelante, y por causa de su animadversión hacia el Cristianismo, los fariseos aunaron esfuerzos para recopilar un tipo de texto único, y asegurándose de que todos los manuscritos existentes concordaran en su redacción, procedieron a eliminar todo tipo de texto divergente. Durante los años que siguieron a la destrucción del Segundo Templo y hasta el Concilio de Jamnia en el año 100 d.C., los escribas de los fariseos rehicieron un tipo de texto hebreo unificado conocido como Texto Rabínico.
Estabilización del texto vocálico y de la Masorah Siglos V-XV: Hasta los inicios de la Edad Media el texto bíblico se transmitía únicamente en caracteres consonánticos, sin anotación vocálica alguna. Los masoretas procedieron a aplicar un sistema de vocales y acentos inventado por ellos, con el propósito de fijar su contenido. Se logró la estabilización del texto vocálico partiendo de tradiciones como la Masorah (letras suspendidas, sebirin, ketib-qere, puncta extraordinaria) y diversos sistemas de puntuación como el babilónico, palestinense y tiberiense. Este último fue desarrollado en Tiberías (780 al 930 d.C) por la familia Ben Asher, donde en el año 1008 logró imponer sus criterios editoriales (Códices de Alepo, de Leningrado y del Cairo), y es utilizado en las ediciones actuales de la Biblia Hebrea.
Estabilización del texto impreso Siglos XV-XX: La historia de la Biblia impresa es la historia de la estabilización progresiva del texto impreso a partir de tres recensiones (edición de Soncino [1494], la Biblia políglota complutense [1514-17] y la 2.a Biblia rabínica de Jacob ben Hayyim [1524-25]) editadas en el período renacentista en lo que respecta a las consonantes y vocales del texto hebreo, a los acentos y anotaciones masoréticas. Estas tres recensiones fueron impresas y de ellas se prepararon las ediciones políglotas de Amberes, París y Londres, la edición de Ginsburg (1908 y 1926) y la Biblia Hebraica de Kittel (basada en la 2.a Biblia rabínica de Jacob ben Hayyim en sus dos ediciones de 1906 y 1912). Posteriormente se prepararon las impresiones de la Biblia Hebraica Stuttgartensia (1977) reproduciendo el texto del Códice de Leningrado (1008 d.C.) y la Biblia Hebraica Quinta (parcialmente publicada desde 2004 hasta la actulidad).
Manuscritos del Desierto de Judea. El descubrimiento de los primeros rollos del Mar Muerto en una cueva remota del desierto de Judea en 1947 es ampliamente considerado como el mayor evento arqueológico del siglo XX. Estos hallazgos proveen una información determinante para la restauración del texto hebreo.
Los arqueólogos y cazadores de tesoros beduinos finalmente encontraron los restos de cientos de pergaminos antiguos. Estos frágiles trozos de pergamino y papiro, incluidas las copias más antiguas de la Biblia hebrea, se conservaron durante dos mil años por el clima cálido y seco del desierto y por la oscuridad de las cuevas donde se colocaron. Los rollos proporcionan una imagen sin precedentes de las diversas creencias religiosas del antiguo judaísmo y de la vida cotidiana durante el turbulento período del Segundo Templo, cuando el Señor Jesús vivió y predicó. En las cuevas de Qumrán se encontraron fragmentos de todos los libros de la Biblia hebrea, excepto el Libro de Ester. Algunas de estas copias antiguas son idénticas al texto tradicional de la Biblia hebrea que se usa hoy. Sorprendentemente, otras copias concuerdan con la LXX y deben ser consideras como representantes de un tipo de texto hebreo que circulaba en época del Señor Jesús y sus apóstoles. Estos hallazgos evidencian que los pasajes del Antiguo Testamento citados por los escritores del Nuevo Testamento no se refieren a la versión griega, sino a la misma base textual hebrea que sirvió para traducir la LXX.
- El Concilio de Jamnia
Convocado alrededor del 100 d.C. y aunque fue presidido por el rabino ben Zakai, el líder indiscutido de aquella reunión fue Rabí Akiva. Los anales históricos confirman que para finales del primer siglo, un tipo de texto unificado llegó a posicionarse súbitamente como el texto estándar hebreo. El hecho de que ni una sola copia discordante haya sobrevivido (excepto los rollos del Mar Muerto escondidos para el momento de la convocatoria), indica claramente cuán drásticas medidas adoptaron los miembros del Concilio en la consideración de los textos divergentes, rechazando de plano el tipo de texto que había servido como base para traducir la LXX, por cuanto esta se había convertido en la Biblia de los cristianos. Este repudio se hizo realidad mediante la producción de una versión rival, que no era otra sino el texto hebreo-consonántico formulado por el fariseísmo conocido como Texto Rabínico, en oposición al texto utilizado por Jesús, sus discípulos y la Iglesia primitiva. Con el correr de los siglos, el Texto Rabínico llegó a convertirse en el afamado y prestigioso Texto Masorético, el cual, con pequeñas variaciones, logró posicionarse como el texto normativo hebreo que sirvió de base para todas las traducciones vernáculas del A.T. desde finales del siglo IV hasta hoy.
- Manuscritos del Desierto de Judea (Aportes)
Antes del descubrimiento de los manuscritos bíblicos de Qumrán se podía pensar que la transmisión del texto bíblico se había efectuado siguiendo una línea única y recta, que partía de los autógrafos de los autores bíblicos y llegaba hasta los manuscritos hebreos medievales y de estos a nuestras ediciones impresas. Pero los hallazgos han puesto de relieve que la historia de transmisión del texto bíblico en el período helenístico es muy plural y compleja. Aunque actualmente la investigación y el estudio están inconclusos, podemos resumir los aportes de estos maravillosos descubrimientos de la siguiente manera:
• Confirmación de la tradición masorética.
• Pluralismo textual en los siglos que preceden al cambio de era.
• Revalorización del testimonio de otras fuentes (Septuaginta y Pentateuco Samaritano)
- Otras Versiones Griegas
Papiros de los siglos II y I a. C. presentan huellas de que la traducción de la LXX fue revisada para adaptarla al texto hebreo en curso. El Concilio de Jamnia produjo un tipo de texto «único», asegurándose que todos los textos divergentes fueran destruidos. Esta «estandarización» del Texto Rabínico dio lugar a las versiones griegas de Aquila, Teodoción y Símaco. Es digno de mencionar que Aquila fue un fiel discípulo de Rabí Akiva (considerado como el padre del Judaísmo Rabínico, quien favoreció la rebelión y las aspiraciones mesiánicas de Simón Bar Kojba), y así produjo su nueva versión en griego para los judíos de la diáspora, siguiendo fielmente el Texto Rabínico. Esto confirma la influencia de Akiva en la conformación del nuevo texto.
La Hexapla. El siguiente acto del drama se produjo en el 200 d.C. cuando Orígenes compuso su famosa Hexapla. Esta versión incluye aquellas tres versiones griegas en paralelo, junto con el Texto Rabínico en hebreo y en griego, y finalmente la LXX (revisada por el mismo Orígenes). Téngase en cuenta que, a excepción de la LXX, las otras cinco versiones de la Hexapla, eran meras variaciones del texto «unificado» en el Concilio de Jamnia. Al parecer, los esfuerzos de Orígenes no estaban dirigidos hacia la recuperación de la forma original de la base hebrea de la LXX, sino más bien a «armonizarla» con el texto hebreo dominante. Así, con pasmosa liberalidad alteró el texto de la LXX, y este grave hecho afectó particularmente todas las otras versiones del Viejo Pacto, que de allí en adelante pasaron a ser simples transcripciones serviles del Texto Rabínico. No fue hasta el año 617, cuando Paulus de Tella puso al descubierto las alteraciones de Orígenes.
- Ketib-Qere Anotación masorética
Las anotaciones masoréticas son de carácter muy variado y se refieren generalmente a letras o palabras que podrían generar malentendidos. Entre los tipos de estas anotaciones figura el Ketib-Qere. Esta nota marginal tiene como propósito señalar lo que está escrito (Ketib) en el texto, en oposición a lo que debe leerse (Qere). Los eruditos consideran que se trata de un sistema para conservar variantes de manuscritos de una gran antigüedad o de un modo de corregir palabras o expresiones incorrectas, difíciles o poco corrientes.
Existen más de 1500 notas marginales de este tipo en el TM. Los Ketib-Qere advierten que una palabra determinada no ha de pronunciarse tal como aparece escrita en el texto (Ketib), sino conforme a la transmitida por la tradición oral (Qere). En otras ocasiones, señalan los casos en los que se ha de leer una palabra que no aparece escrita en el texto. También ocurre el fenómeno contrario: lo que aparece escrito, no ha de ser leído y por ello dejan de escribirse las vocales. También se utilizan para señalar a una palabra escrita como un solo término que ha de leerse como si se tratara de dos palabras separadas, y se dan casos en el sentido inverso.
Algunos eruditos piensan que la tradición no se originó en los escritos, sino más bien en la tradición de la lectura. El hecho de que nunca se encuentre más de una palabra Qere en los manuscritos, apunta a una tradición de lectura, que está, naturalmente, limitada a una palabra.
El texto del Nuevo Testamento
- Introducción
Durante los primeros años de expansión de la Iglesia, se desarrollaron los que hoy conocemos como textos locales del Nuevo Testamento. A las nuevas congregaciones establecidas en grandes ciudades o cerca de ellas, tales como Alejandría, Antioquía, Constantinopla, Cartago o Roma, se les proveían copias de las Escrituras en la forma que era corriente en esa área. Al hacer copias adicionales, el número de lecturas especiales e interpretaciones eran conservadas y hasta cierto punto aumentadas, de tal manera que llegó a crecer un tipo de texto peculiar de cada localidad.
Hoy es posible identificar la clase de texto preservado en manuscritos del Nuevo Testamento, al comparar sus características textuales con las citas de esos mismos pasajes en los escritos de la patrología cristiana. Al mismo tiempo, las peculiaridades del texto local tendían a diluirse y mezclarse con otras clases de texto. Por ejemplo, un manuscrito del Evangelio según Marcos copiado en Alejandría y llevado luego a Roma, ejercería sin duda, cierta influencia en los copistas que transcribían el texto de Marcos que era corriente en Roma. En líneas generales, sin embargo, durante los primeros siglos las tendencias a desarrollar y preservar un tipo particular de texto local prevalecieron a la mezcla de ellos. De esta manera se formaron varios tipos de texto del Nuevo Testamento, de los cuales los más importantes son los siguientes:
- El texto Alejandrino
Este tipo de texto es considerado como el mejor y más fiel en la preservación del Original. Sus características principales consisten en su brevedad y austeridad. Es generalmente más corto que las demás clases de texto, y no exhibe el grado de pulidez gramatical y estilística que caracteriza al tipo de texto Cesariense, y en mayor grado aún al tipo de texto Bizantino.
Hasta muy recientemente, los dos principales testigos del texto Alejandrino eran el códice Vaticano y el códice Sinaítico, manuscritos en pergamino del 330 d.C. No obstante, con la adquisición de los papiros Bodmer, particularmente el P66 y el P75, ambas copias cercanas a finales del siglo segundo de nuestra Era, existe evidencia de que el tipo de texto Alejandrino puede ser retrotraído hasta un arquetipo ubicado con todo rigor en el 125 d.C.
- El texto Occidental
Este texto era corriente en Italia, Galia, África del Norte y Egipto. Su arquetipo puede también retrotraerse hasta el siglo segundo. Utilizado por Cipriano, Tertuliano, Ireneo y Tatiano, su presencia en Egipto está demostrada por los papiros P38 y P48 (cercanos al 300 d.C.). Los manuscritos griegos más importantes que representan el tipo de texto Occidental son: el códice Beza (D) del siglo V o VI (contentivo de Evangelios y Hechos), el códice Claromontanus (D) del siglo VI, (contentivo de las Epístolas Paulinas), y el códice Washingtonianus (W) del final del siglo IV o principios del V (contentivo de los Evangelios). De igual manera, las versiones latinas antiguas son testigos notorios del tipo de texto Occidental, y se encuentran dentro de grupos principales tales como las formas africana, italiana e hispana del texto latino antiguo. La característica principal del tipo de texto Occidental es su intensa paráfrasis.
El texto Cesariense Al parecer se originó en Egipto. Está respaldado por el papiro Chéster Beatty P45. Fue traído quizá por Orígenes a Cesarea, donde fue utilizado por Eusebio y otros. De Cesarea fue llevado a Jerusalén, y allí utilizado por Cirilo y por un grupo de armenios que, en épocas tempranas, tenían una colonia en Jerusalén. Los misioneros armenios llevaron el tipo de texto Cesariense a Georgia, donde influyó en la Versión Georgiana, como también en el manuscrito griego del siglo IX, códice Koridethi (Q). Según parece, el tipo de texto Cesarien se tuvo una larga y accidentada carrera. De acuerdo con los puntos de vista de la mayoría de eruditos, se trata de un texto oriental caracterizado por una mezcla de lecturas occidentales y alejandrinas, en el cual puede observarse un propósito de transformación elegante de sus expresiones, distinción que es especialmente notable en el tipo de texto Bizantino.
- El texto Cesariense
Al parecer se originó en Egipto. Está respaldado por el papiro Chéster Beatty P45. Fue traído quizá por Orígenes a Cesarea, donde fue utilizado por Eusebio y otros. De Cesarea fue llevado a Jerusalén, y allí utilizado por Cirilo y por un grupo de armenios que, en épocas tempranas, tenían una colonia en Jerusalén. Los misioneros armenios llevaron el tipo de texto Cesariense a Georgia, donde influyó en la Versión Georgiana, como también en el manuscrito griego del siglo IX, códice Koridethi (Q). Según parece, el tipo de texto Cesariense tuvo una larga y accidentada carrera. De acuerdo con los puntos de vista de la mayoría de eruditos, se trata de un texto oriental caracterizado por una mezcla de lecturas occidentales y alejandrinas, en el cual puede observarse un propósito de transformación elegante de sus expresiones, distinción que es especialmente notable en el tipo de texto Bizantino.
- El texto Bizantino
Este es el último de los varios tipos distintivos de texto del Nuevo Testamento. Lo caracteriza su esfuerzo por hacerlo aparecer completo y con mucha lucidez. Sin duda alguna, los constructores de este texto intentaron pulir cualquier forma ruda del lenguaje, combinaron también dos o más lecturas divergentes en una sola lectura expandida (llamado fusión), y armonizaron pasajes paralelos divergentes. Este estilo textual fue producido en Siria, luego llevado a Constantinopla, y desde allí fue distribuido ampliamente por el Imperio Bizantino. Su mejor representante es el códice Alejandrino y la gran masa de manuscritos minúsculos. Desde el siglo VI hasta la invención de la imprenta, el Bizantino fue el texto de mayor circulación, y el único autorizado por la Iglesia Católica. J. Hort (Westcott and Hort, op. cit, pp. 134 f.) lo describe así:
«Las cualidades que los autores del texto bizantino parecieran más interesados en resaltar, son lo lúcido y lo completivo. Ellos estaban evidentemente ansiosos, hasta donde fuera posible, y sin recurrir a medidas violentas, en remover toda piedra de tropiezo en el camino del lector ordinario. También estaban igualmente deseosos de que este obtuviera los beneficios de la parte instructiva contentiva en todo el texto existente, sin confundir el contexto o introducir aparentes contradicciones. Nuevas omisiones, por ende, son raras, y cuando ocurren, usualmente quieren contribuir a aparentar simplicidad. Por otra parte, abundan las nuevas interpolaciones, la mayoría de ellas hechas debido a armonizaciones u otra similitud, pero afortunadamente identificables por ser caprichosas o incompletas. Tanto en tema como en dicción, el texto Bizantino es visiblemente un texto ‘completo’. Se deleita en pronombres, conjunciones, expletivos, y provee enlaces de todo tipo, así, como también añadiduras de consideración. Como distinguiéndose del valor denodado de los escribas occidentales y de la erudición de los alejandrinos, el espíritu de sus correcciones es al mismo tiempo sensible y débil. Totalmente irreprochable en bases literarias o religiosas respecto a una dicción vulgar o indigna, pero mostrando una ausencia de discernimiento crítico-espiritual, presenta el Nuevo Testamento en una forma blanda y atractiva, pero notablemente empobrecido en fuerza y sentido, más apropiado para la lectura rápida o recitativa que para el estudio diligente y repetido.» Esta forma alterada de texto griego fue la más aceptada y reconocida, y sirvió de base para la edición impresa de Erasmo de Rótterdam, la cual llegó a ser famosa por su nombre latino de Textus Receptus.
- Manuscritos
Papiros. Hasta el siglo pasado solo se conocían 9 papiros del Nuevo Testamento; en la actualidad son 139 los papiros catalogados, y abarcan un 40% del texto del Nuevo Testamento. Proceden en su totalidad de Egipto y allí fueron también copiados. Datan de los siglos II al VIII, pero más de la mitad corresponden a los siglos III y IV. Por su antigüedad los papiros tienen una importancia enorme para la crítica del texto neotestamentario, aunque en muchos casos los fragmentos conservados son demasiado pequeños o apenas utilizables. Las dos colecciones de papiros más famosas llevan los nombres de Chester Beatty (P45-47, actualmente en Dublín) y de Martin Bodmer (P66, P72, P74, P75, en Ginebra). P45 Es de comienzos de la primera mitad del siglo III. Las 30 hojas conservadas contienen fragmentos de los 4 Evangelios y de Hechos. El texto de Marcos se aproxima al cesariense, y en los otros Evangelios se sitúan entre el alejandrino y el occidental. P46 Fechado hacia el año 200. Tenía 140 hojas, de las que se conservan 86, y ofrecía el texto de las cartas paulinas en un orden diferente (Ro., He., 1-2 Co.,Ef., Ga., Fil., Col. y 1-2 Ts.). Faltaban seguramente las cartas pastorales. El texto es más próximo al alejan drino que al occidental. Atestigua, por lo tanto, un texto neutral de las cartas paulinas, que antecede en siglo y medio a todos los demás testimonios conservados de este tipo de texto. P47 Procede del último tercio del siglo III. Concuerda con el Sinaítico más que con ningún otro manuscrito, aunque mantiene una notable independencia.
P52 Fechado hacia el 125. Es el fragmento del Nuevo Testamento más antiguo conocido, muy próximo a la fecha de redacción del Evangelio de Juan, hacia el 90-95, y atestigua la difusión de este Evangelio en Egipto a comienzos del siglo II. Se encuentra en la John Rylands Library de Manchester. P66 Procede del año 200. Contiene el texto de los cc.1—14 de Juan con escasas lagunas; los cc. 15—21 se encuentran en peor estado. Presenta un texto mixto, con elementos alejandrinos y occidentales.
P72 Del siglo III. Con texto de los Hechos y de las epístolas generales, es muy ecléctico y próximo al texto tardío.
P75 Fechado hacia el año 200. Es la copia más antigua conocida de Lucas y una de las más antiguas de Juan. Su texto es muy similar al del Códice Vaticano, lo que hace remontar esta forma del texto al siglo II y demuestra que el texto neutral no es un texto recensionado en el siglo IV.
- Unciales
Reciben la denominación de unciales los manuscritos escritos en pergamino con un tipo de letra derivada de la mayúscula utilizada en las inscripciones. Hasta el siglo IX los caracteres unciales fueron los únicos utilizados en los manuscritos del N.T.. Se siguieron utilizando por algún tiempo en la copia de leccionarios. Han llegado hasta nosotros 268 manuscritos unciales del Nuevo Testamento. Son designados con números arábigos precedidos de un cero, y algunos son conocidos también por las letras latinas, griegas o hebreas, con las que eran referenciados antes de la implantación del sistema numérico (01 = a, 02 = A, 03 = B, etc.). A causa de su antigüedad son considerados como la fuente más importante para el estudio del Nuevo Testamento. Tras el descubrimiento de los papiros, anteriores a los unciales, y una vez hecho el correspondiente análisis de crítica interna, en la actualidad no se tiene ya reparo en reconocer que el texto de los manuscritos unciales contiene errores que es preciso corregir.
- Minúsculos
Reciben la denominación de minúsculos los manuscritos escritos en caracteres en cursiva o minúscula. Su período de difusión alcanza desde el siglo IX hasta la invención de la imprenta. Como en el caso de los unciales, los minúsculos más antiguos están escritos con mayor cuidado y con menor ornato externo. Se conocen hoy 2.792 manuscritos minúsculos, designados con un número arábigo. Al tratarse de manuscritos de menor antigüedad que los unciales, se considera que su texto está también más alejado del original, de hecho, ofrecen en su mayoría el texto bizantino, pero ello no es siempre así. El elemento determinante del valor de las lecturas de un texto no es la antigüedad del manuscrito, sino la calidad del arquetipo utilizado para la copia del mismo. Así, por ejemplo el manuscrito 33 que data del siglo IX, presenta un texto alejandrino de gran valor.
- Leccionarios
Desde muy pronto la liturgia cristiana seleccionó algunos pasajes de los Evangelios y del resto del Nuevo Testamento, con la sola excepción del Apocalipsis. Estos pasajes eran leídos en las celebraciones de cada día del año y, en particular, en las fiestas dominicales. Son unos 2.193 los manuscritos catalogados de leccionarios. Ninguno es anterior al siglo IX, y los más antiguos están escritos en caracteres unciales, que fueron utilizados todavía hasta el siglo XI para la escritura de leccionarios. Se designan con una l, seguida del número correspondiente (l1, l2, l3, etc.). La investigación reciente ha puesto de relieve el valor de los leccionarios en orden al estudio textual del Nuevo Pacto. Por el contrario, los óstraca y amuletos, que contienen breves fragmentos de texto, carecen de valor crítico por la falta de control de su texto.
- El Textus Receptus
En el siglo XV, el invento de Juan Gutenberg (la imprenta de tipos movibles), produjo las más trascendentales consecuencias para la cultura y la civilización occidental. De allí en adelante, podían reproducirse copias de libros de una forma más rápida y económica, con un grado de perfección hasta entonces nunca alcanzado. Muy apropiadamente, la primera impresión importante de Gutenberg fue una magnífica edición de la Biblia, para la cual utilizó el texto de la versión de Jerónimo traducida al latín llamada Vulgata, y que fue publicada en Maguncia entre 1450 y 1456.
Sin embargo, con excepción de algunos pasajes, el Nuevo Testamento Griego tuvo que esperar hasta 1514 para ser impreso. Dos razones se le atribuyen a esta demora de casi setenta años. La primera de ellas fue lo difícil y costoso que resultaba la producción de tipos griegos de fundición, necesarios para un libro de considerables dimensiones. La segunda, y más importante razón que demoró la publicación del texto griego, fue sin duda el prestigio de la Vulgata Latina. Las traducciones en idiomas vernáculos no anulaban la superioridad del texto latino del cual provenían, pero la publicación del Nuevo Testamento Griego ofrecía a cualquier erudito conocedor de ambas lenguas una herramienta con la cual podía criticar y corregir la Biblia oficial de la Iglesia Romana. No obstante, en 1514, salió de la imprenta el primer Nuevo Testamento Griego como parte de una Biblia políglota. Planeada en 1502 por el Cardenal Cisneros, el texto hebreo, arameo, griego y latino fue impreso en la ciudad universitaria de Alcalá, una extraordinaria edición denominada Biblia Complutense. A pesar de que el texto complutense fue el primer Nuevo Testamento griego en imprimirse, no fue el primero en ser publicado (esto es, puesto en circulación). La primera edición publicada fue la preparada por el famoso erudito y humanista holandés Desiderio Erasmo de Rotterdam.
No se puede precisar cuándo decidió Erasmo pre- parar la edición del Testamento Griego, pero durante una visita a Basilea en agosto de 1514, discutió con el editor J. Froben (quizá no por primera vez) la posibilidad de tal volumen. Sus negociaciones parecieron haberse roto por algún tiempo, pero fueron restablecidas durante una visita de Erasmo a la Universidad de Cambridge en abril de 1515. Fue entonces cuando Froben lo importunó a través de un mutuo amigo, Beatus Rhenanus, a fin de que se hiciera cargo inmediatamente de la edición del Nuevo Testamento Griego.
Sin duda Froben, habiendo oído la salida inminente de la Biblia políglota española y percibiendo que el mercado estaba listo para una edición del Nuevo Testamento Griego, deseaba capitalizar la demanda antes que la obra de Cisneros fuera concluida. Así, la propuesta de Froben, que fue acompañada por la promesa de pagar a Erasmo «... tanto como cualquier otro pudiera ofrecer por tal trabajo», llegó en el momento oportuno. Habiendo ido nuevamente a Basilea en julio de 1515, Erasmo esperaba encontrar manuscritos griegos suficientemente buenos como para enviarlos al impresor, y luego presentarlos juntamente con su propia traducción latina, en la que había venido trabajando de forma intermitente durante algunos años. No obstante, con disgusto, pudo comprobar que los únicos manuscritos disponibles para ese momento, requerían de cierto grado de corrección antes de que pudieran ser usados como copias de impresión.
El trabajo comenzó el 2 de octubre de 1515, y cinco meses después, el 1 de marzo de 1516, la edición entera había sido concluida en un gran volumen folio de aproximadamente mil páginas que, según el propio Erasmo declaró más tarde, había sido «... precipitado antes que editado». Debido al apresuramiento de la producción, el volumen contiene cientos de errores tipográficos. Al respecto, F. H. A. Scrivener declaró: «¡Es el libro con más errores que he conocido!». Por cuanto Erasmo no pudo conseguir ni un solo manuscrito que contuviera el Nuevo Testamento completo, se vio obligado a utilizar varios para las distintas partes del mismo. Para la mayoría del texto se basó en ¡solamente dos! manuscritos (más bien inferiores) de una librería monástica de Basilea: uno de los Evangelios, y otro de Hechos y Epístolas, ambos con fechas aproximadas al siglo XII. Erasmo comparó los manuscritos con dos o tres de ellos sobre los mismos libros, haciendo las correcciones para el impresor al margen o entre líneas de los mismos manuscritos. Para el libro de Apocalipsis, no tenía sino un manuscrito también del siglo XII, que había tomado prestado de su amigo Reuschlin, y al que desafortunadamente le faltaba la última hoja. Para estos versículos, lo mismo que para otros pasajes, en donde el texto griego de Apocalipsis y el comentario al cual venía adjunto (que por estar tan mezclados resultan hasta hoy indistinguibles), Erasmo dependió de la Vulgata Latina, y tradujo así del latín al griego. Como era de esperar por tan audaz procedimiento, se encuentran en todo el texto lecturas del griego propio de Erasmo, que nunca han sido halladas en ningún manuscrito griego conocido, pero que han sido perpetuadas hasta el día de hoy en las impresiones del llamado Textus Receptus. Incluso en otras partes del Nuevo Testamento, Erasmo introdujo en el texto griego material tomado de la Vulgata Latina. Por ejemplo, la preguta que Pablo hace en el momento de su conversión en el camino a Damasco en Hechos 9.6: «... él, temblando y temeroso, dijo: Señor ¿qué quieres que yo haga?», es una obvia interpolación procedente de la Vulgata. Esta añadidura, que no es hallada en ningún manuscrito griego, formó parte del Textus Receptus que Casiodoro de Reina tomó como base para su Versión de 1569, y es perpetuada hasta sus revisiones actuales del siglo XXI.
Otra interpolación que no está respaldada por ningún manuscrito griego antiguo y fidedigno, es la conocida como el Comma Johanneum en 1Jn 5.7-8, que Erasmo se vio obligado a introducir en su texto a causa de los ataques de los editores de la Políglota Complutense. En definitiva, el texto del Nuevo Testamento Griego de Erasmo, está basado en nomás de siete manuscritos minúsculos. El más antiguo y mejor de ellos, el códice I (un minúsculo del siglo X, que en muchas partes concuerda con el texto Uncial antiguo), fue el que Erasmo descartó, pues... ¡temía acerca de sus posibles errores! La obra de Erasmo de Rótterdam, fue editada cinco veces, y más de treinta ediciones fueron realizadas sin autorización en Venecia, Estrasburgo, Basilea, París y otros lugares. Subsecuentes editores tales como Melchiorre Sessa, Robert Estienne, Teodoro de Beza, los hermanos Buenaventura y Abraham Elzevir, a pesar de haber realizado un número considerable de alteraciones, continuaron reproduciendo vez tras vez esta adulterada forma de texto griego, asegurándole una preeminencia tal, que llegó a erigirse como el «texto normativo» del Nuevo Testamento, y por más de quinientos años resistió (y aún resiste) todos los esfuerzos eruditos por desplazarlo en favor de un texto más fiel.
Hasta poco antes del siglo XX, el Textus Receptus ha servido como única base de traducción del Nuevo Testamento a la mayoría de los idiomas vernáculos de Europa, incluido el castellano. Tan supersticiosa y pedante es su inmerecida reverencia, que los intentos por criticarlo o enmendarlo han sido considerados como un sacrilegio; todo esto a pesar de que su base textual es esencialmente un manojo de manuscritos tardíos escogidos al azar y, por lo menos en una docena de pasajes, su lectura no está respaldada por ningún manuscrito griego conocido hasta el presente.
Biblia Reina-Valera
- Antecedentes
España quedó totalmente marginada de la Reforma Protestante por causa de la «Santa Inquisición». Esta circunstancia fue el resultado de la unión política de Europa —obviamente energizada por Satanás— entre las coronas hispánicas y el Sacro Imperio Romano Germánico, cuya cabeza fue el monarca Carlos V (Carlos I de España). Reforma e Imperio eran, por lo tanto, realidades antagónicas: soberanía nacional e Iglesia independiente, versus hegemonía transnacional imperial de la Roma político-religiosa.
Fue por ello (Inquisición e Imperio), que el aporte español a la Reforma Protestante resultó insignificante. En toda España, las dos únicas congregaciones protestantes (Valladolid y Sevilla), fueron descubiertas y de inmediato fulminadas en los autos de fe de 1559. Como consecuencia, algunas decenas de refugiados españoles se hallaron expatriados, en medio de una Europa en plena agitación política y religiosa, mientras delimitaba teológicamente sus fronteras políticas.
Es igualmente importante comprender las razones del fracaso del protestantismo español en el exilio, toda vez que este movimiento, en términos generales, no perduró ni hizo un aporte decisivo para las generaciones venideras. La única excepción, por supuesto, la constituye la traducción de la Biblia al español, vigente hoy en el mundo hispano: la venerable versión Reina-Valera, cuyo único autor fue el singular sevillano Casiodoro de Reina (1520-1594).
- El precursor
Las primeras versiones castellanas del Nuevo Testamento se realizaron al amparo de la Reforma, y para el momento de sus publicaciones no pudieron alcanzar a sus destinatarios debido al rígido control ejercido por la Inquisición en las fronteras españolas. Por ello, la primera versión traducida directamente del griego (obra de Francisco de Enzinas, editada en Bruselas en 1543), tuvo que esperar algún tiempo para ser distribuida. Esto aconteció cuando Juan Pérez (revisor de Enzinas), trabó contacto con un personaje muy singular, llamado Julián Hernández. Este hombre, linotipista de oficio, conocido como Julianillo, se ofreció para introducir copias del Nuevo Testamento en España.
Con la terrible fuerza opositora de la Inquisición, Julianillo comenzó sus arriesgados viajes, y con una audacia y valor admirables, logró introducir gran cantidad de Nuevos Testamentos en su país. Nadie se podía explicar en qué forma habían llegado a España tantos libros. No podían imaginarse que se debía a la incansable labor de un insignificante vendedor de telas, debilucho y jorobado que gritaba de pueblo en pueblo: «¡Ricas telas de Cambray, hay!». Sus propios verdugos lo reconocieron como «el más activo de todos los reformadores». Los tenebrosos jesuitas dijeron de él:
«Con increíble habilidad, hallaba entradas y salidas secretas, y el veneno de la nueva herejía se divulgó con gran velocidad por toda Castilla y Andalucía... Adonde ponía su pie comenzaba el incendio... Él mismo enseñó a los hombres y las mujeres en los malas doctrinas de los reformadores, logrando su fin con demasiado acierto, especialmente en Sevilla, donde formó, gracias a esto, un verdadero nido de herejes.»
En Octubre de 1557 Julianillo fue traicionado y entregado en manos de sus perseguidores, quienes durante 3 años lo torturaron, descoyuntándole brazos y piernas en la garrucha y en el potro, instru mentos que reflejan fielmente el alma de sus usuarios. Finalmente, lo quemaron vivo en la hoguera el 22 de diciembre de 1560.
Así fue promovido al Cielo el pequeño Julianillo, el más grande de los colportores, quien en su marcha a la hoguera cantaba:
«¡Vencidos van los frailes, vencidos van!
Corridos van los lobos, corridos van.»
También decía a los que con él morirían:
«¡Valor, camaradas!
Esta es la hora en que debemos mostrarnos valientes soldados de Jesucristo. Demos fiel testimonio de su fe ante los hombres y dentro de pocas horas recibiremos el testimonio de su aprobación ante los ángeles.»Y durmió, diciendo:
«He peleado la buena batalla, He acabado la carrera, He guardado la fe.»
La labor de Julianillo no fue infructuosa, pues antes de su captura había logrado esconder el precioso contrabando en varios sitios a lo largo del recorrido de su huida. Uno de estos lugares, fue nada menos que... ¡un claustro de monjes católicos!, llamado San Isidro del Campo. El resultado de semejante hazaña no se hizo esperar: La Palabra de Vida comenzó su obra convirtiendo el corazón de muchos de los monjes del monasterio, quienes, por abrazar su nueva fe, se vieron forzados al exilio. De los primeros que huyeron de España fueron Casiodoro de Reina y su joven discípulo, Cipriano de Valera. En su deam bular por las ciudades protestantes de Europa, Casiodoro dio comienzo a su ardua tarea, reflejada así en su amonestación:
«La obra nos ha durado entre las manos enteros doce años. Sacado el tiempo que nos ha llevado o enfermedades, o viajes, u otras ocupaciones necesarias en nuestro destierro y pobreza, podemos afirmar, que han sido bien los nueve, que no hemos soltado la pluma de la mano, ni aflojado el estudio en cuanto las fuerzas así del cuerpo como del ánimo nos han alcanzado. Parte de tan larga tardanza ha sido la falta de nuestra erudición para tan grande obra, lo cual ha sido menester recompensar con casi doblado trabajo; parte también ha sido la estima que Dios nos ha dado de la misma obra, y el celo de tratarla con toda limpieza, con la cual obligación con ninguna erudita ni luenga diligencia se puede jamás satisfacer. La erudición y noticias de las lenguas, aunque no ha sido ni es la que quisiéramos, ha sido la que basta para entender los pareceres de los que más entienden, y conferirlos entre sí, para poder escoger lo más conveniente conforme al sentido y noticia que Dios nos ha dado de su Palabra.
Nos hemos ayudado del juicio y doctrina así de los vivos como de los muertos, que en la obra ha podido dar alguna ayuda, consultado todas las versiones que hasta ahora hay, y muchas veces los comentarios. Tampoco nos han faltado las experiencias y ejercicio de muchas de las cosas que trata y hace principal estado la divina Escritura, que de hecho es la mayor y más sustancial ayuda (no faltando las otras) para su verdadera inteligencia.»
Casiodoro de Reyna (así firmaba), es uno de los grandes desconocidos del siglo XVI español, a pesar de que su talla intelectual y su contribución al pensamiento moderno están a la altura de otros personajes de su época, tales como Lutero, Calvino o Zwinglio. Por una parte, desterrado y perseguido por la Inquisición española, y por la otra, incomprendido y adversado por los calvinistas, Reyna constituye el mayor exponente del intento por implantar la Reforma en España. Supo ser tolerante en una sociedad intolerante y dogmática, a fin de poder llevar a cabo su mayor aportación: la primera traducción de la Biblia completa al castellano, versión leída hoy en día por millones de personas en todo el mundo.
De Casiodoro se nos dice que nació en Sevilla por el 1520, proveniente de una familia musulmana convertida. Estudió en la universidad de Salamanca, y luego ingresó en el monasterio jerónimo de San Isidoro del Campo, el cual llegaría a transformarse en un foco del «luteranismo». Casiodoro se convirtió en guía espiritual de aquel lugar e incluso del grupo seglar simpatizante de las doctrinas de la Reforma en la ciudad de Sevilla.
- Cipriano de Valera
No obstante de que la versión de Casiodoro fue aprobada por el consistorio de Ginebra (que mucho peso no podía tener pues en realidad no conocían la lengua), Valera decidió por su propia cuenta revisar la Biblia de Casiodoro en Londres en 1580.
Sus motivos distaban mucho de realizar una revisión lingüística. Ya para aquel entonces, a Casiodoro le era doblemente sospechoso: primeramente por sus ‘servetismos’ pasados (según Beza) y luego por su oficio como pastor de una iglesia luterana. Pero queriendo evitar la acusación de plagio, Valera esperó hasta la muerte de Casiodoro (15 de marzo 1594), y se convirtió en una especie de ‘saltatumbas literario’ al publicar dos años después (Londres 1596) su ‘propia’ edición del Nuevo Testamento. La edición de Valera no tuvo mucha difusión en el continente. Vemos que tres años más tarde, con ocasión de la edición de «El Nuevo Testamento en doce lenguas» (Núremberg 1599) el texto en castellano no es el de Valera, sino el de la Biblia del Oso. Y aún si fuera el de Valera, la diferencia no se hubiera notado, pues en su edición del Nuevo Testamento, este solo se limitó a quitar o añadir notas marginales, alterar de vez en cuando el texto, pero sobre todo, tuvo especial cuidado de omitir por completo el nombre del difunto traductor.
Obviamente, en su edición de la Biblia completa (1602), Valera no pudo mantener un silencio tal. Así observamos que en su extenso prefacio apenas dedica cuatro líneas (no carentes de reticencia) al verdadero traductor, en tanto que tiene buen cuidado de que su nombre, Cipriano de Valera, figure en grandes letras en medio de la portada. Pero, como era de esperar también en esta ‘revisión’, la labor propia de Valera consistió solamente en conformar el orden de los libros según el Canon reformista, y en quitar o añadir notas marginales, siguiendo fielmente la doctrina de las Biblias de Ginebra. Las alteraciones del texto, que Valera presume de haber efectuado «algunas vezes», no significan siempre mejoría, sino a veces más bien empeoramiento, y lo mismo se diga de su escrupulosa eliminación de expresiones como «por ventura», que Valera borra, como él mismo escribe, ‘por saber a gentilidad’. Cierto es que Valera señala en las notas marginales sus propios añadidos, pero no deja huella alguna de las notas por él eliminadas. Por lo que atañe al texto por ejemplo, Martín Sarmiento, quien citando la obra de Casiodoro de Reina, no tuvo reparo en escribir: «Hay una versión castellana de toda la Biblia, que para maldita cosa se necesita».propio de la Biblia (reproducido en las ediciones modernas), las diferencias entre las dos Biblias no puede ser más insignificante. Basta esperar a que tanto el texto original de Casiodoro como el texto ‘original’ de Valera se transfieran al lenguaje digital para determinar el porcentaje cuantitativo y cualitativo de los cambios introducidos por Valera.
La Biblia del oso
No sería en absoluto sorprendente, si aparte de detalles de ortografía o de evidentes errores tipográficos el porcentaje de las alteraciones introducidas por Valera en el texto de la Biblia no superara el... ¡0,5 por ciento! Es tiempo de dejar de alabar la participación de Cipriano de Valera como co-autor de la Biblia del Oso, toda vez que es una Versión exclusiva de Casiodoro de Reina: a saber, de un creyente independiente y honesto, quien, de haberse hecho realidad los deseos de Valera y de sus amigos calvinistas, nunca hubiera podido llevar a buen fin una traducción tal, que ni Cipriano de Valera (cuyo estilo es para dormirse de pie) ni ningún otro protestante español del siglo XVI hubiera sido capaz de realizar, privando así a los hispanohablantes de ayer y de hoy, de un inestimable monumento de la lengua española. Bastante les han privado ya en los siglos pasados los esbirros de la «Santa» Inquisición y también en tiempos más modernos los no pocos eruditos, tales como, Pero, el fruto de la labor de Casiodoro de Reina es la extraordinaria versión que hoy poseemos. Por su excelencia, sobrepuja todas las demás versiones castellanas de las Sagradas Escrituras. La pureza de sus expresiones constituye para la prosa española un aporte monumental no reconocido.
Para millones de nosotros, posee el incalculable valor de haber sido luz inicial de nuestra fe. Por más de cuatro siglos, sus felices giros de expresión unen el pensamiento cristiano y son punto de concurrencia de las promesas y de la voluntad de Dios para sus hijos. Sin embargo, en virtud del avance de los estudios bíblicos desde comienzos del siglo XIX hasta el presente, y con el descubrimiento de manuscritos griegos mucho más antiguos que aquellos que se sirvió Casiodoro como de base para su versión, se han puesto en evidencia tan graves defectos, que fue indispensable considerar su revisión a la luz de un tipo de texto griego más fiel, establecido mediante una metodología sistemática, que evalúe todas las citas de evidencia manuscrita.
En las propias palabras de Casiodoro nos muestran que este era su sentir: «... Esto es lo más importante de lo que hasta el presente nos pareció que debíamos dar razón de nuestra versión a la Iglesia del Señor, por cuyo bien y consuelo hemos trabajado. En lo que a nosotros toca, aunque el haber tomado una empresa tan grande con fuerzas tan pequeñas, en parte pudiera ser considerado como una temeridad, mayormente por los que no lo aprecian todo, o por los que nada o poco saben agradecer(aun de aquello que se sirven), o por los que, siendo más doctos, ningún provecho ni contentamiento esperan para sí de nuestros trabajos; con todo eso, tiene remedio lo que esta, nuestra temeridad, podrá haber errado: Primeramente, en que habiendo hecho con toda fidelidad todo cuanto hemos podido, ningún sano juicio nos reñirá jamás por lo que nuestras fuerzas no alcanzaron. Quien lo pudiere y quisiere hacer mejor, nuestro presente trabajo no le estorbará, antes le ayudará aun con las mismas faltas y errores que tuviere. En segundo término, en que tampoco pretendemos poner regla a la Iglesia, para que esta necesariamente tenga que graduar y canonizar por infalible nuestra versión. Solamente pretendemos ayudar con lo que podemos, corto o largo, hasta que Dios otorgue más abundante provisión en su Iglesia. En tercer lugar, en que (para quien nos quisiere corregir con amor), por la gracia de Dios, no somos del número de los que, con razón o sin ella, presumen tanto de sí, que consideren totalmente acabado lo que una vez ha salido de sus manos, que nada se le puede añadir ni quitar. Confesamos que pudieran haber muchos otros en la nación adornados de mayores dones de Dios para esta empresa, mas Dios no les ha dado el querer ni el atrevimiento, ocupados por ventura en otras cosas, a su parecer, más importantes; y tampoco tenemos por qué entremeternos en este juicio, pues ellos verán qué cuenta darán en el juicio de Dios del buen o mal empleo de sus dones. En cuanto a nosotros es cierto, y de ello nos dará fiel testimonio el Señor algún día, que visto que ninguno de estos doctísimos que lo hubieran podido hacer mejor, ha osado encargarse de una obra tan necesaria para el avance del Reino y gloria del Señor. El dolor de la falta que la Iglesia padecía en esta parte, nos dio el ánimo que nunca nos hubiera podido dar la sola consideración de nuestras fuerzas, así para comenzarla, como para hacerla llegar a este punto. Y ninguna duda tenemos de que nuestro trabajo no haya sido agradable a Dios por la continua asistencia de su favor, mediante el cual hemos podido llevar una carga tan pesada, tan estorbada de Satanás, tan poco ayudada de hermanos, y por tantos días.»
La restauración el Texto Sagrado
- La critica textual
La crítica textual es el conjunto de operaciones ejercidas sobre uno o varios textos alterados, por diversos acontecimientos sufridos desde el momento en que fueron escritos hasta aquel en que llegan a nosotros, y encaminados a tratar de restituir lo que se considera que era su forma originaria. No hay que confundir la crítica textual con la alta crítica.
Mediante la indagación de las copias divergentes, la crítica textual busca establecer cuál forma de texto debería considerarse como la más cercana al original. En algunos casos, las evidencias se hallarán tan justamente divididas, que resulta en extremo difícil decidir entre dos variantes. En otros casos, el crítico puede arribar a una decisión basada en razones más precisas que lo mueven a preferir o declinar una variante en favor de otra. Este criticismo, que trata acerca del origen y la naturaleza de todas las formas de un texto bíblico específico, envuelve discusiones respecto a su forma putativa original y a un análisis de los distintos representantes (testigos) del texto bíblico cambiante. Dicho análisis incluye una discusión sobre la relación inter-textual, sopesando al mismo tiempo las circunstancias del proceso de copiado y los procedimientos de transmisión envueltos. La crítica textual no solo colecciona la información de las variantes que surgen entre los distintos testigos textuales, sino también los evalúa dentro parámetros razonablemente determinados.
- Diferencia entre los testigos
El texto bíblico ha sido transmitido en muchas fuentes manuscritas, antiguas y medievales, que llegaron a ser conocidas por nosotros a través de ediciones modernas impresas en distintas lenguas, tales como son la Biblia Hebraica Stuttgartensia y el Novum Testamentum Graece. Hoy tenemos manuscritos en hebreo y griego antiguo y otras lenguas de la Edad Media, al igual que fragmentos de pergamino y rollos de papiro de hace más de dos mil años. Estas fuentes arrojan luz sobre el texto original, de allí su nombre testigos textuales. Por las dificultades que presenta el copiado manuscrito, los testigos difieren uno de otro; y por cuanto ninguna de esas fuentes textuales refleja fiel y totalmente el texto original, cualquier opinión seria necesita el estudio detenido de cada una de las fuentes, incluidas todas sus diferencias. El análisis y evaluación comparativa de estas diferencias ocupan un lugar primordial en el criticismo bíblico, conocido como selección de variantes. Dentro de los lineamientos que debe seguir el crítico textual, está lo que se conoce como categorías de evaluación, que son de dos tipos:
Metodología
- Evidencias externas
a. Fecha y carácter del testigo.
En general, los manuscritos más antiguos se encuentran menos propensos a los errores producidos por la repetición de copias. Sin embargo, de mayor importancia que la antigüedad del documento mismo, es la antigüedad y el carácter del tipo de texto que representa, así como la fidelidad del copista al producir el manuscrito.
b. La relación genealógica de textos, grupos y «familias» de testigos.
La sola cantidad de testigos en respaldo de una variante textual no necesariamente demuestra su superioridad sobre una determinada variante. Por ejemplo, si en una oración específica la lectura «y» está respaldada por 20 manuscritos, y la lectura «x» por un solo manuscrito, el respaldo numérico relativo que favorece a «y» no sirve de mucho si se comprueba que los 20 manuscritos son copias provenientes de un solo original que ya no existe, cuyo escriba introdujo en principio esa particular variante. En ese caso, la comparación deberá ser hecha entre el manuscrito que contiene la lectura «x» y el único testigo antepasado de los veinte que contiene la lectura «y».
c. Los testigos han de ser sopesados antes que contados.
El principio enunciado en el punto anterior necesita ser elaborado: aquellos testigos considerados generalmente fieles en casos específicos, deben ser valorados predominantes en los casos donde los problemas textuales son ambiguos y su solución incierta. Sin embargo, por cuanto el peso relativo de las clases de evidencias difiere de las distintas clases de variantes, no debe realizarse una mera evaluación mecánica de las evidencias. Cada caso debe ser considerado en forma particular.
- Evidencias internas
La evidencia interna envuelve dos clases de probabilidades:
a. Probabilidades de trascripción, que dependen de los hábitos de los escribas, y condición paleográfica del manuscrito.
En general, la lectura más difícil es preferida, principalmente cuando el sentido parece ser erróneo en la superficie, pero en consideraciones ulteriores prueba ser el correcto (la expresión más difícil significa aquello que debió haber sido más difícil de aceptar para el escriba, quien hubiera podido sentirse inclinado a hacer una enmienda). La mayoría de las enmiendas exhiben una gran superficialidad, y en ocasiones se combinan con las interpolaciones en un intento de mejorar el texto.
Obviamente la categoría lectura más difícil es relativa, y en oportunidades se alcanza un punto en donde la lectura que se juzga es tan difícil, que solo pudo haber surgido por un accidente de trascripción. También en general, la lectura más corta es preferida, excepto cuando el ojo del copista pudiera haber pasado inadvertidamente de una palabra a otra por tener un orden similar de letras; o cuando el escriba pudiera haber omitido material por considerarlo superficial, tosco, contrario a creencias religiosas, usos litúrgicos o prácticas ascéticas. Por cuanto la tendencia del escriba era armonizar divergencias entre pasajes paralelos o citas del Viejo Pacto, la lectura con disidencia verbal es preferida a la concordante. Los escribas solían reemplazar una palabra rara por un sinónimo más familiar; alteraban una forma gramatical tosca o una expresión lexicográfica poco elegante según sus preferencias expresivas; o añadían pronombres, conjunciones y expletivos a fin de suavizar el texto.
b. Probabilidades intrínsecas dependientes de consideraciones respecto a qué es lo que el autor pudo haber escrito. En estos casos, el crítico textual toma en cuenta:
En general: El estilo y vocabulario del autor a través del libro; el contexto inmediato; y la armonía con el estilo del autor en otras partes; y En los Evangelios: El trasfondo del arameo en las enseñanzas de Jesús; la prioridad del Evangelio según Marcos; y la influencia de la comunidad cristiana respecto a la formulación y transmisión del pasaje respectivo.
Es obvio que no todos estos criterios son aplicables en cada caso. El crítico textual debe reconocer cuándo es necesario otorgar mayor consideración a una clase de evidencia y menos a otra. Por cuanto la crítica textual es un arte al tiempo que una ciencia, es frecuente que en algunos casos los eruditos arriben a distintas evaluaciones en el significado de las evidencias. Estas divergencias se tornan casi inevitables cuando, como a veces sucede, las evidencias están tan enfrentadas que, por ejemplo, la lectura más difícil es hallada en los testigos más recientes, o la lectura más larga es hallada solamente en los testigos más antiguos.
- La Alta Crítica
La alta crítica se dedica al estudio de problemas de composición, incluyendo el autor, el momento, el lugar y las circunstancias en que se escribió el material en cuestión. También tiene que ver con la validez histórica del escrito. Se origina en las investigaciones de un grupo de eruditos bíblicos alemanes (Schleiermacher, Strauss, y Feuerbach) quienes comenzaron a finales del siglo XVIII y principios del XIX a analizar los archivos históricos de Oriente Medio de la época de Cristo y del Antiguo Testamento, en busca de una confirmación independiente de los acontecimientos relatados en la Biblia.
Estos críticos consideraban la verdad como algo que Dios había dejado que descubriera el hombre, poniendo en conflicto la teología de este grupo con el evangelicalismo y haciendo de ellos los descendientes intelectuales de Locke, Hume, Kant, Lessing, Fichte, Hegel, y los racionalistas franceses. Sus ideas fueron comunicadas ante Inglaterra primeramente por Coleridge y después, más directamente por las traducciones de George Eliot sobre La vida de Jesús (1846) de Strauss y sobre La esencia del cristianismo (1854) de Feuerbach. Strauss, el primero en describir totalmente al Jesús histórico (Strausismo). Feuerbach es más radi cal al sostener la idea de que el hombre creó a Dios para expresar su divinidad interior, y que el principio, el desarrollo y la culminación de la religión, es el hombre.
Hoy día, la alta crítica se está introduciendo con sutilidad en las iglesias cristianas, seminarios e institutos bíblicos.
El Antiguo Testamento
- Nuevo enfoque critico
La publicación de la nueva evidencia arqueológica surgida por la desclasificación de documentos del Desierto de Judea, juntamente con la reevaluación y nuevos análisis de textos previamente publicados, ha confirmado que el criticismo textual es un área de investigación dinámica, en la cual muchos puntos de vista cambian a causa de los estudios generados por el descubrimiento de nuevos documentos. De allí que, determinadas opiniones expresadas ayer deben ser corregidas hoy, y pueden serlo en años por venir. Las intensas labores de criticismo textual sobre la Biblia hebrea, realizadas principalmente por la Universidad Hebrea de Jerusalén, exhiben un nuevo enfoque crítico que hace necesaria una nueva evaluación en los testigos del urtext hebreo. La urgencia de esta revisión se ha hecho particularmente manifiesta por los hallazgos de Qumrán y los textos bíblicos, hoy desclasificados para su publicación, por cuanto, en ciertas áreas, el aprecio de estas publicaciones ha modificado sustancialmente las fórmulas clásicas de investigación, y a su vez han producido cambios significativos en la consideración crítica del texto hebreo. Contrario al caso del texto griego, el interés por recuperar la forma original de la Biblia hebrea es un deseo relativamente nuevo en la historia de la investigación textual. Hasta hace pocos años, antes de este despertar, se consideraba que el texto bíblico había una vez existido en la forma fiel y exacta en que nos lo presentan los manuscritos medievales del texto masorético, tal como ha sido plasmado en las ediciones impresas de la Biblia Hebraica Stuttgartensia.
Desde el descubrimiento en 1947 de los manuscritos hebreos de Qumrán (fechados del 250 a.C. al 135 d.C), el conocimiento respecto al texto bíblico se ha incrementado enormemente. Debe recordarse que hasta ese momento (mediados del siglo XX), con la excepción del papiro Nash, ningún manuscrito antiguo de la Biblia hebrea era conocido. De manera que los manuscritos medievales del texto masorético(TM) eran las únicas fuentes hebreas antiguas. De allí que las investigaciones anteriores a 1947 se basaban en textos bíblicos cuyo proceso de copiado fue de varios milenios después de su composición original y su edición deuteronómica e integración al Canon. Por tales razones los eruditos no usaron solo las fuentes hebreas sino también se apoyaron en manuscritos y papiros fragmentarios de traducciones antiguas, especialmente de la versión Septuaginta (LXX), por cuanto los acercaba mucho más a la época de composición del urtext hebreo. Todos ellos, sin embargo, son traducciones, cuya fuente original hebrea (vorlage) permanece incierta. Por demás está decir entonces, que el descubrimiento de los muchos textos hebreos del Mar Muerto, fechados en tiempos antiguos, representa un considerable avance en cuanto al conocimiento de testigos más antiguos, así como del procedimiento de copiado y las modalidades de transmisión de textos en la antigüedad.
Los nuevos aportes presentan un enfoque no reflejado hasta el presente, cuyas particularidades justifican la redacción de una nueva introducción sobre el criticismo textual de la Biblia hebrea. Aun después de los primeros hallazgos de Qumrán, las mejores introducciones del siglo XX no pudieron incorporar una descripción exhaustiva de esos nuevos descubrimientos. Las primeras, por no contar con documentos hoy desclasificados; otras, a pesar de haber sido escritas cuando los principales acontecimientos eran ya conocidos, siguieron reflejando el mismo enfoque de análisis crítico del período anterior al descubrimiento de la nueva data. Hoy, iniciado el siglo XXI, la opinión general de los eruditos es que los nuevos descubrimientos del Desierto de Judea no solo han aportado nuevos datos, sino también han mostrado un nuevo enfoque de evaluación crítico-textual, distinto al conocido y aplicado antes de 1947.
- ¿ Como afecta el nuevo enfoque?
En el caso particular del texto hebreo, muchos de los cambios introducidos por los escribas no pueden ser imputados a ninguna influencia externa. Estos cambios probablemente derivaron del contexto mismo, y reflejan un deseo del copista para adaptar el texto a su propio entendimiento o a una determinada tradición exegética conocida por ellos (como regla, estas dos posibilidades no pueden ser separadas). A esta altura, y en virtud del enorme prestigio del texto masorético o rabínico, es importante entender que los puntos vocálicos y acentos no conforman, como en el caso del griego y otros idiomas, un mismo bloque con el hebreo consonántico original de la Biblia. Estas vocales fueron insertadas por los masoretas (comentaristas) a partir del siglo VI de nuestra Era, época en la cual los caracteres paleo-hebreos primitivos ya habían sido hace muchísimo tiempo sustituidos por las letras cuadradas arameas. Los masoretas fueron además los más dilatados comentaristas de la Palabra de Dios, algo similar al traductor dinámico de hoy día.
El sistema de puntuación vocálica inventado y aplicado por ellos, cinco siglos después de Cristo, constituye una glosa continua que afecta a todos los libros del Viejo Testamento. Sus puntos vocálicos y acentos prosódicos y métricos, estampan en cada palabra hebrea un significado particular, que en su estado consonántico simple pudiera no tener. Dichos puntos vocálicos, por sí solos, pueden llegar a añadir al lenguaje conjugaciones completas. Este sistema, pues, constituye uno de los comentarios más artificiales, particulares y extensos, insertados con toda liberalidad dentro del mismísimo Texto.
No existe una sola palabra de la Biblia Hebrea que haya escapado de la influencia de este particular tipo de glosa. Por consiguiente, aún sin tener necesidad de añadir, suprimir o cambiar una sola consonante de los manuscritos antiguos, la inserción de vocales y acentos dio a los masoretas el poder de cambiar dramáticamente el significado de casi cualquier pasaje de la Escritura, porque la prerrogativa de seleccionar vocales y acentos es, en gran parte, la prerrogativa de ¡seleccionar palabras! La obra de los masoretas es, simplemente, un comentario integrado al texto consonántico original. Algunos eruditos afirman que la ortografía del TM no es uniforme: los sustantivos generalmente se escribieron con todas las vocales y puntos, mientras que los verbos fueron deletreados defectuosamente. Como idioma, el hebreo-masorético difiere del paleo-hebreo patriarcal, en que fue escrito originalmente el Viejo Testamento, y el uso vocálico, a vista del hebreo actual utilizado en Israel, ha probado ser totalmente innecesario.
Lejos de aceptar sus pretensiones como texto normativo, la nueva evaluación crítica del TM ha de ser realizada en función de lo que este texto realmente es – a saber: una versión más de la Biblia hebrea, escrita en un muy particular idioma llamado hebreo masorético. Es evidente que a través de tan largo tiempo, un considerable grupo de hebraístas ha estado consciente de ello, y que las diferencias entre el paleo-hebreo original y el idioma masorético debe haber llamado suficientemente la atención para diferenciar entre ambos. Sin embargo, no ha sido sino en años recientes que la crítica textual ha podido alcanzar conclusiones científicas que le permiten valorar los hechos sin temor a descalificaciones tendenciosas. Las lecturas divergentes que surgen por la evaluación comparativa son suficientemente convincentes para aceptar que la integridad del TM, en sus aspiraciones como texto normativo, son insostenibles.
Las variantes de lectura producidas en el proceso de transmisión textual, sea por error involuntario de los copistas o por cambios deliberados a manos de glosadores e intérpretes, no suelen alcanzar grandes dimensiones. Por lo general son fáciles de identificar y resulta posible encontrar una explicación adecuada.
Por el contrario, las variantes de mayores dimensiones y las de mayor importancia y complejidad, suelen ser las variantes gestadas en el proceso de edición del libro. También en el texto del Nuevo Testamento las variantes más significativas son aquellas que se originaron en los primeros tiempos, es decir, en el período anterior a la primera mitad del s. II d.C. Estas variantes de lectura son las que establecen la diferencia entre las familias textuales existentes.
- Aportes del estudio
El descubrimiento y estudio de los manuscritos bíblicos del desierto de Judea (Qumrán: Q) han contribuido a la confirmación de la traducción masorética, al pluralismo textual (por lo menos dos tipos de texto hebreo) en los siglos que preceden al cambio de era. También han supuesto una revalorización del testimonio de otras fuentes (LXX, PS, Vetus latina), que en muchas ocasiones refleja fielmente un texto hebreo diferente y más antiguo que el masorético.
Todo ello ha contribuido a un renacimiento de los estudios de la crítica textual del VP, un tanto aletargados en las décadas anteriores a la aparición de estos nuevos materiales. A la vez, ha replanteado el problema de las relaciones entre la crítica textual y la crítica literaria y entre lo que se entiende por un texto crítico y lo que es un texto autorizado o canónico. El texto hebreo de Qumrán comparte estructura y sintaxis con el TM (el sistema vav y los relativos aser), pero difieren en la ortografía (Q: más plena), fonología (confusión de laríngeas), morfología (Q: pronominales imperfectos con sufijo) y léxico (Q: propio de un hebreo bíblico post-exilio).
- Primeros descubrimientos de Qumrám
Cada uno de los principales protagonistas de los descubrimientos de los manuscritos procedentes de las distintas cuevas de los alrededores de Khirbet Qumrán ha transmitido su versión de cómo y cuándo los manuscritos fueron descubiertos, adquiridos, reconocidos como genuinos e identificados. Los detalles de estas historias son, por supuesto, divergentes; pero las grandes líneas pueden resumirse así :
En el origen de todo están los beduinos de la tribu Ta’amireh: ellos fueron los accidentales descubridores al comienzo, y los encarnizados buscadores después, de la mayoría de los manuscritos provenientes de la región de Qumrán. En una de las versiones de la historia es un pastor de la tribu, Mohamed ed-Dhib, quien, buscando una cabra descarriada, encuentra la primera de las cuevas con manuscritos; en otra de las versiones son tres los pastores, Khalil Musa, Jum’a Mohamed y Mohamed ed-Dhib, los que se introducen en la cueva y recuperan una serie de jarras vacías y otras llenas de manuscritos.
La fecha exacta del primer descubrimiento no puede ser precisada con certeza: a finales de 1946 o a comienzos de 1947. Lo que sí es cierto es que en la primavera de 1947 siete manuscritos procedentes de la Cueva 1 pasan a manos de dos anticuarios de Belén: Jalil Iskandar Shalim, el famoso Kando, que se convertirá posteriormente en el intermediario imprescindible entre los descubridores beduinos y las autoridades del museo Palestino, y Faidi Salahi. De estos siete manuscritos, cuatro (1QIsa,1QpHab,1QS y 1QapGen) fueron adquiridos por el archimandrita del convento sirio ortodoxo de San Marcos de Jerusalén, Mar Athanasius Yeshue Samuel, con la esperanza de poder obtener un beneficio de su venta. Los otros tres (1Qlsb,1QH y 1QM) fueron ofrecidos al profesor E. L. Sukenik, de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
En noviembre de 1947, el mismo día de la proclamación del Estado de Israel, el profesor Sukenik reconoce el interés y posible antigüedad de estos manuscritos y los adquiere para la Universidad Hebrea junto condos de las jarras en las que los manuscritos habían sido depositados. Mar Athanasius, por su parte, después de un largo e infructuoso recorrido por diversas personas e instituciones de Jerusalén a las que pedirá información sobre las manuscritos, terminará por presentar los cuatro manuscritos en su posesión a la American School of Oriental Research (ASOR) de Jerusalén a finales de febrero de 1948. En ausencia del director, Millar Burrows, uno de los becarios, John C.Trever, que afortunadamente era al mismo tiempo un excelente fotógrafo, examina los manuscritos, identifica uno de ellos como una copia de Isaías, reconoce su antigüedad e interés, y obtiene de Mar Athanasius el permiso para fotografiar íntegramente tres de ellos (1Qlsa,1QpHab y 1QS) con vistas a su publicación por cuenta de la ASOR. El cuarto manuscrito (1Qa-pGen), un manuscrito arameo designado durante un cierto tiempo como Rollo de Lamec por el contenido de uno de los fragmentos exteriores, permanecerá enrollado debido a su mal estado de conservación y al convencimiento de Mar Athanasius de que este hecho aumentaba el valor del conjunto.
Vista la inseguridad política del país y los problemas ocasionados con el establecimiento del Estado de Israel, Mar Athanasius decide trasladar los manuscritos en su posesión a los Estados Unidos con vistas a su venta. El precio exorbitante que pedía, unido a la exacerbada discusión sobre su autenticidad, hicieron que la venta sólo se realizase en 1954: Yigael Yadin, hijo de Sukenik, a través de intermediarios, consiguió adquirir los cuatro manuscritos de Mar Athanasius para la Universidad Hebrea de Jerusalén. Los siete manuscritos encontrados en 1947 fueron así reunidos de nuevo, y para albergarlos el Estado de Israel decidió construir un museo: El Santurario del Libro.
La edición oficial de 1Qlsa y de 1QpHab apareció en 1950 por cuenta de la ASOR y en 1951 vio la luz la edición oficial de 1QS. Los tres manuscritos de la Universidad Hebrea (1QIsb,1QH y 1QM) fueron publica- dos (póstumamente) por Sukenik en 1955 y al año siguiente apareció la edición de los elementos mejor conservados del Rollo de Lamec con el título de Génesis Apócrifo (1QapGen) 32, con cuya publicación se concluye esta primera fase.
Traducción
- Introdución
La meta de toda buena traducción debe presentar al lector de manera precisa y fiel el mensaje original de los escritores inspirados en su propia lengua. Una traducción confiable debe pasar de un idioma al otro, con todo cuidado, las peculiaridades lingüísticas, las figuras de lenguaje, la variedad lexicográfica y las características gramaticales del idioma fuente (griego o hebreo), sin pérdida ni detrimento.
Debe ser realizada de tal manera que no solo preserve la inspiración que el escritor recibió del Espíritu Santo, sino que sea tan expresiva y significativa como el original y que, haciendo uso de todos los recursos del idioma receptor (el español), suscite en los lectores de nuestros días la misma repuesta de los lectores originales.
Los estudios bíblicos avanzados han demostrado que, en el texto original, no solo las palabras, sino las mismas letras, se encuentran ubicadas y distribuidas en patrones con designio y propósito. Estos avances y descubrimientos, inevitablemente establecen nuevos parámetros para el traductor serio, quien cada vez tiene menos libertad para hacer uso de la paráfrasis interpretativa o de los tan deseados recursos idiomáticos, los cuales, casi siempre, exhiben su presencia solo para guiar equivocadamente, alejando a la versión de su más importante propósito: la fidelidad. En este sentido, la experiencia ha mostrado que las traducciones más fieles son las más expresivas, y por ello, en muchas oportunidades, la traducción literaria (y aún más la dinámica) se hallará contrapuesta a las formas expresivas del texto. Las traducciones más fieles resultan en versiones más expresivas, y consecuentemente más relevantes. Ha sido posible apreciar también cómo ciertas técnicas de traducción demasiado uniformes, atentan contra la variedad de estilos y los distintos niveles lingüísticos de la Biblia, en tanto que la fidelidad a los originales siempre termina siendo una rica veta de recursos estilísticos. Tales condiciones son las que necesariamente debe poseer una traducción digna del texto sagrado.
- Disciplinas de traducción
En la actualidad, las razones de las distintas disciplinas que pujan por predominar en los enunciados de traducción bíblica, son muchas, complejas y conflictivas. Abarcan un amplio espectro que comienza con el sistema de traducción literal (interlineal), y concluye en los límites de la traducción dinámica (de tendencia parafrástica). Entre esos extremos, quizá la más destacada clasificación sea la traducción por equivalencias formales del lenguaje (literaria).
- Traducción literal
El estilo de traducción literal ocupa, por así decirlo, el primero de los extremos dentro del amplio espectro que forman las distintas técnicas de traducción bíblica. Los aportes de este sistema no pueden ser subestimados, pues aunque su presentación es interlineal (y por ello no refleja las relaciones sintácticas del idioma a ser traducido), la consulta relacionada con la definición de vocablos, verbos, coordinación y subordinación gramatical del texto, constituye una herramienta indispensable para el traductor bíblico.
- Traducción literaria
Esta propuesta, aunque orienta sus esfuerzos hacia el texto original, o sea el autor, el ambiente y su época, procura valerse de todas las funciones del lenguaje literario tratando de reproducirlos en todos sus aspectos. En ocasiones, en aras de alcanzar la belleza del estilo, el traductor utiliza palabras exquisitas o exóticas, giros y expresiones que más bien responden a una audiencia culta. Bajo estos parámetros, el traductor literario actúa con plena libertad para elevar y mejorar el nivel del texto original, a fin de transmitir, en su opinión, el mensaje en forma plena.
Se puede afirmar que las versiones literarias terminan siendo más «correctas» gramaticalmente que los textos griegos originales. Así es posible apreciar cómo ciertas técnicas de traducción demasiado uniformes, atentan contra la variedad de estilos y los distintos niveles lingüísticos de la Biblia, en tanto que la fidelidad a los originales siempre termina siendo una rica veta de recursos estilísticos.
- Traducción Dinámica
La traducción dinámica tiene por objetivo al lector quien, por así decirlo, aguarda que le lleven el texto. Esto significa que durante el desarrollo de la traducción, el texto mismo deberá sufrir una transformación tal que ubique al lector en las mismas condiciones que se hallaba el destinatario original. Sus máximos representantes son Eugene Nida y Kenneth Taylor.
La piedra angular de la equivalencia dinámica es la de traducir ideas en lugar de palabras. Concibe la inspiración principalmente en términos de la respuesta del receptor y pone menos énfasis en lo que le sucedió a la fuente en el momento de escribirse. Una declaración simplificada de este punto de vista se refleja en la expresión que citan sus defensores: Las Escrituras son inspiradas porque me inspiran. Sin embargo, la doctrina de la inspiración verbal o plenaria de la Biblia afirma no solo que Dios inspiró los pensamientos y las ideas de los escritores bíblicos, sino que la inspiración se extiende a sus palabras; en boca de Jesús: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4.4), y las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida (Jn 6.63).
Estas versiones cumplen una función importante, pues así como se preparan versiones infantiles de la Biblia, éstas son realizadas para gente que, aunque sabe leer, no tiene cultura de lectores. No obstante su gran utilidad, la inadvertencia de que se trata de una paráfrasis, podría, eventualmente, guiar mal al lector al hacerle suponer que está leyendo la verdadera Palabra de Dios.
- Traducción contextual
La versión realizada bajo esta disciplina procura presentar al lector un texto comprensible de lo que es sin duda la obra literaria más compleja del universo. Los postulados de la traducción contextual son demasiado extensos para citarlos ahora en detalle, pero puede definirse como una técnica que, (a) enmarcada en las reglas que controlan la gramática general de la lengua, pero (b) sin perjuicio de la coordinación y subordinación gramatical registradas en el texto sagrado, (c) transmita toda la intención, fuerza y lucidez del original; (d) defienda su brevedad y simplicidad; (e) preserve su pureza y (f) respete sus asimetrías, asperezas gramaticales y redundancias; (g) valore la riqueza del estilo literario logrado a través del tiempo, y los beneficios que de allí se derivan al retardar los cambios que corrompen el lenguaje; y finalmente (h) refleje de manera consistente las conclusiones que por la sana exégesis y el trazo contextual (cercano o remoto), surgen de la analogía y armonía espiritual latentes en toda la Escritura (Sal 119.160; 2P 1.20). Así, los traductores están conscientes y han sido consecuentes en aceptarla como disciplina que transcribe, no lo que el Autor Divino pudo haber dicho si hubiera escrito en español, sino lo que Él dice en hebreo, arameo y griego. La valoración literal de la Biblia fue un fundamento firme ya en la iglesia primitiva. La extraordinaria influencia del Señor Jesús sobre sus apóstoles respecto a la forma de interpretar la Biblia, evidentemente tuvo las más trascendentales consecuencias. Algún cristiano primitivo nos da el sentimiento general cuando afirma que ... lo que el entendimiento puede usar diariamente, lo que se puede saber fácilmente, es aquello que se halla delante de nuestros ojos, sin ambigüedad en la Santa Escritura, literal y claramente.
En tiempos del Señor Jesús existían dos escuelas de interpretación bíblica. Ambas, lamentablemente, manipulaban la Escritura, unos para invalidarla a favor de sus tradiciones, y otros, siguiendo el arte disoluto y engañoso de cambiar el significado de las palabras, como hacen (o como pretenden hacer) los alquimistas con las transmutaciones de la materia, haciendo de cualquier cosa lo que les place, y al final, reduciendo a la nada toda verdad.
En oposición a estas escuelas, y con la perfección que lo caracteriza, Jesús mostró su fórmula interpretativa dentro de la Escritura misma, considerando las exigencias gramaticales y en armonía con el plan divino de las edades. Como en todos los aspectos de su vida, Él nos señaló el beneficio de entender que ninguna profecía de la Escritura produce una explicación propia (2P 1.20); y poder cantar junto al salmista: ¡La suma de tu Palabra es verdad! (Sal 119.160). Por literal damos a entender la traducción gramatical de la Escritura.
Durante el proceso de traducción y revisión del texto sagrado, el editor ha mantenido como regla infalible que donde una construcción literal se sostiene, lo más remoto de la letra generalmente es lo peor. Si Dios en verdad tiene el propósito de darnos a conocer su voluntad, Él tiene que adaptar su mensaje a nuestra manera de comunicar pensamientos e ideas. Si Dios dio sus palabras para ser entendidas, es natural que Él emplee el lenguaje para transmitir el sentido designado de acuerdo con las reglas gramaticales que lo controlan (y que Él mismo inventó) y, en vez de buscar un sentido que las palabras mismas no contienen, debemos obtener principalmente el sentido que obviamente abarcan, dejando campo necesario para la existencia del lenguaje figurado cuando así lo indique el contexto, según el propósito o construcción del pasaje, teniendo siempre en mente el viejo adagio italiano traduttore - traditore.
Una versión perfectible
Tradicionalmente, el texto hebreo-arameo y griego de la Biblia viene siendo plasmado en las ediciones impresas de la Biblia Hebraica Stuttgartensia y el Novum Testamentum Græce, sobre cuya base se traducen casi todas las versiones. Sin embargo, aunque estas ediciones impresas son guiadas por un noble propósito y persiguen la erudición y la excelencia, es importante destacar que sus constantes revisiones denotan un proceso de perfeccionamiento que obviamente el Original no necesitaría.
Esto se debe a que la inspiración verbal y plenaria de la Escritura recayó exclusivamente sobre los Autógrafos Sagrados, su infalibilidad se limita por tanto al Texto Original, y nunca benefició al copiado manuscrito, así fueran los mismos idiomas originales de la Biblia. Si esto es así, mucho menos entonces puede la infalibilidad beneficiar a las traducciones que de ellas se derivan, donde la sola consideración de una versión perfecta es imposible.
Nuestro intenso (y extenso) contacto con las labores de traducción, nos ha demostrado, durante más de 40 años que la obra nos ha durado entre las manos, que es más el resultado de transpiración que de inspiración. Las versiones, por excelentes que pretendan ser, no constituyen más que un esfuerzo humano, personal o colegiado, por presentar en idioma vernáculo la infalible Palabra de Dios. Ante esta realidad, surge la propuesta feliz de una versión perfectible, que siguiendo los pasos humildes de la crítica textual, acepta las limitaciones impuestas por las circunstancias, y mediante sus ediciones críticas manifiesta su aspiración hacia una versión perfecta.
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