El nuevo imperio y su soberano
Introducción
Tras los conflictos y desórdenes del mundo, un nuevo imperio federal se levantará en Europa. Sus extraordinarias características suscitarán el asombro y la admiración de todos. A los ojos de la humanidad, será incomparable y su poder será irresistible. Se necesitará más que la sabiduría humana para llevarlo a la perfección, pero cuando se establezca, representará el apogeo de todo aquello a lo que los hombres han aspirado desde el principio.
Un imperio resucitado. Características de funcionamiento
El nuevo imperio, cuando surja, no será en última instancia más que un viejo imperio resucitado. Destinado a ser destruido por el Hijo del hombre en su segunda venida a la tierra, es el mismo poder que le hizo violencia en su primera venida. Es el poder romano, pero en muchas maneras en una forma diferente de cualquier cosa conocida en el pasado. Por ejemplo, la bestia que Juan vio surgir del mar en Apocalipsis 13:1, parecía un leopardo, tenía pies de oso y boca de león. Estas criaturas representan los imperios mundiales que precedieron a Roma: Babilonia, Medo-Persia y Grecia (Dan. 7:4-6). El imperio del futuro combinará, por tanto, la rapidez de acción de Alejandro, la avidez de conquista de los persas y el despotismo tiránico de Babilonia.
Además, la bestia tiene 10 cuernos. Estos, se nos dice en Daniel 7:24 y Apocalipsis 17:12, son 10 reyes que se unirán para beneficio mutuo bajo una poderosa cabeza. Nada parecido se vio en el antiguo Imperio romano (el destruido por los godos).
Los poderes paganos del pasado y del futuro son caracterizados como bestias salvajes por la Palabra de Dios. En otras palabras, no tienen conciencia, ni corazón, ni contacto con Dios. Su dominación se basa en la codicia y la fuerza bruta.
Fases históricas del imperio. Fase final de la autocracia / tiranía
Cuatro fases del imperio se indican en Apocalipsis 17:8: «La bestia que viste era y no es, y está para subir del abismo y va a la destrucción». Durante unos 12 siglos «fue». Fue bajo este poder que Juan mismo sufrió. En el año 476, se extinguió su último vestigio. Por eso, en la actualidad, él/ella «no es». Pronto «subirá del abismo», lo que significa que será revivido por la energía de Satanás. Finalmente, él/ella «irá a la destrucción», siendo condenado a la muerte eterna por el Señor Jesucristo en su aparición.
Todo el poder del imperio resucitado se concentrará en su eminente líder. Así, los actos atribuidos a la propia bestia en Apocalipsis 13:5-7 se atribuyen al cuerno de la bestia en Daniel 7:8, 11, 25. Sus reyes confederados «tienen un solo propósito, y dan su poder y autoridad a la bestia» (Apoc.17:13). En todos los aspectos, el emperador es “el imperio”. Ejerce su poder de forma autocrática (dictatorial o tiránica). El comienzo de su prosperidad será el sometimiento de 3 «reinos» europeos (Dan. 7:24). Luego, siendo reconocido en general la necesidad de una mano fuerte (o puño de hierro), otros 7 «reinos» se unirán a ellos bajo su liderazgo para beneficio mutuo. El arquero sobre el caballo blanco que aparece bajo el primer sello es, con toda probabilidad, este gobernante victorioso y autoritario en las primeras etapas de su carrera (Apoc. 6:2). Es «el príncipe que ha de venir» de Daniel 9:26.
En el terreno religioso
En el terreno religioso, el imperio será incrédulo. Aunque durante un tiempo estará estrechamente asociado, e incluso dominado, por lo que ocupará el lugar de “la Iglesia” (Apoc. 17:1-8), esto no será más que un arreglo político, que no implica ningún respeto ni siquiera por la caricatura de la cristiandad que será Babilonia. La religión ya tiende a plegarse a las conveniencias políticas. Dios ya no será reconocido, ni siquiera en el lenguaje formal de los documentos estatales. Será blasfemado abiertamente (Apoc. 13:6). El principio de Romanos 13:1-6 ya no será relevante: el poder civil estará en abierta apostasía. Se erigirá una imagen de la bestia, que las masas adorarán de buena gana, al igual que el dragón, fuente del poder y la autoridad de la bestia. Todos aquellos que se nieguen a inclinarse serán perseguidos. No se trata de los santos del período de la Iglesia, que estarán todos en la Casa del Padre en ese momento, sino de los frutos de la predicación del Evangelio del Reino. La sangre de estos fieles, judíos y gentiles, será derramada como agua. Los gritos de sufrimiento de la raza judía tendrán eco en el lenguaje profético de muchos Salmos (por ejemplo, Sal. 9, 10, 44, etc.). Algunos de los más grandes testimonios, jamás dados a Dios en este mundo malvado, serán dados en las horas oscuras antes del amanecer del reino milenario.
Sobre el plan económico
En el plan económico, el imperio será el despotismo más opresivo que el mundo haya conocido jamás. Todo estará centralizado. El gobierno tendrá todos los hilos en sus manos. Gobernando como una autocracia/dictadura, una sola mano tiránica controlará toda la vasta maquinaria de los asuntos humanos. (Ya podemos ver hoy la propensión a resolver todos los problemas a través del control estatal o de organizaciones supranacionales. Esto es a lo que la gente está siendo conducida gradualmente). Cada persona tendrá que llevar una marca –ya sea el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Podrá llevarla en la mano o en la frente, a su elección; pero deberá llevar la marca, o estará reducido a desaparecer, pues nadie podrá comerciar sin ella. Ninguna distinción de clase eximirá a nadie de esta regla de hierro; «pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos» tendrán que someterse de la misma manera (Apoc. 13:16). Bajo el liderazgo de su malvado lugarteniente, de su perverso inspirador, el falso profeta (el Anticristo de 1 Juan 2:18-22), el poder de la bestia se extenderá a todos los ámbitos. En su loca furia contra todas las antiguas autoridades, los hombres producirán una mezcla amplificada de violencia revolucionaria (Rom. 6:12-17; Lucas 21:25-26). Esto reforzará la necesidad de una mano fuerte para dirigir, que será la oportunidad aprovechada por el emperador del futuro. Los hombres le estarán agradecidos hasta que sientan, a cambio de una amarga experiencia, que se han involucrado en una tiranía más ulcerosa que la que jamás antes habían conocido. Serán «quemados» por la luz de la que se han jactado (Apoc. 16:8-9).
Este reino de terror terminará con la súbita aparición del Señor en el cielo. La bestia y el falso profeta, a la cabeza de sus ejércitos, con todos los reyes satélites que los acompañan, harán la guerra al Cordero; estos 2 jefes serán apresados y arrojados inmediatamente al lago de fuego (Apoc. 19:19-20). Sin haber conocido la muerte ni la resurrección, estos grandes transgresores de la tierra serán juzgados sumariamente al menos 1.000 años antes de que se instaure el Gran Trono Blanco.
La única esperanza de la tierra es Cristo. ¡Oh, si los hombres lo supieran! Todos los planes ideados por los hombres para corregir sus errores, todos los proyectos para colocar los asuntos humanos sobre una base sólida y satisfactoria, están condenados al fracaso. Cristo es el Hombre del consejo de Dios. Es él, y solo él, quien puede limar las asperezas y enderezar lo torcido. Él logrará todo esto en su día. [1]
Notas añadidas
Unas notas, en adición, serán de ayuda a la comprensión de esta bestia descrita en (Apo.13); J.N.D. comento a una conferencia referente a este imperio resurgido en occidente;
Sabéis que han existido tres bestias sucesivas: el imperio de Babilonia; luego el imperio de Persia; a continuación el imperio de Grecia, o especialmente el de Alejandro, y que el cuarto es el Imperio Romano. Pero este último tiene un carácter totalmente peculiar.
Sabéis que al comienzo, o más bien antes del comienzo de estas cuatro monarquías, el trono de Dios sobre la tierra estaba en Jerusalén. El Señor manifestaba Su presencia por encima del arca donde estaba Su ley, en Su templo, de manera sensible. Pero al comienzo del período actual, que es el de los gentiles, el trono del Señor fue quitado de Jerusalén. Veréis esto descrito bien claramente en los capítulos 1-11 del profeta Ezequiel. La gloria del Señor que había visto el profeta junto al río Quebar, en el primer capítulo, la ve salir de Jerusalén en el undécimo; de la casa, 10:18, 19; y de la ciudad, 11:23. Es un hecho destacable que la gloria del Señor haya abandonado Su trono terrenal. Además, al mismo tiempo este poder terrenal fue transferido de Jerusalén a los gentiles (el gobierno de los hombres). Esto es lo que vemos en Daniel 2:26-38: «Éste es el sueño; también la interpretación de él diremos en presencia del rey. Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad...».
Veréis que por la destrucción del último rey de los judíos, el dominio humano pasó a los gentiles en persona de Nabucodonosor. Este rey comenzó estableciendo una falsa religión por la fuerza; hizo una estatua para que todo el mundo la adorara, y se enorgulleció; es por esto que se volvió como una bestia durante siete años. Es decir, que en lugar de comportarse como hombre, humilde delante de Dios, como delante de Aquel que le había dado el poder, por un lado se exaltó a sí mismo, y por otro se dedicó a devastar el mundo para satisfacer su voluntad.
Dejando de momento a un lado las monarquías segunda y tercera, que de momento no tienen una importancia tan directa, y siguiendo el carácter de la cuarta, descubriremos algunos rasgos dignos de atención. Los judíos se encuentran en cautiverio desde los tiempos de Nabucodonosor hasta el día de hoy. Es cierto que hubo un regreso de este pueblo del cautiverio, pero sin que cesara de estar bajo el poder de los gentiles; y desde luego el trono de Dios no fue restaurado. Y si Dios permitió que los judíos regresaran temporalmente a su país, ello se debe a que quiso que Su Hijo apareciera al principio de la cuarta monarquía. Y, en efecto, es precisamente en el momento en el que la cuarta monarquía, bajo su forma imperial, se había convertido en el poder mundial, que les fue presentado el Hijo de Dios, el legítimo Rey de los Judíos y de los gentiles. ¿Y qué es lo que ellos hicieron? Lo crucificaron. Los principales sacerdotes, que eran los representantes de la religión terrenal dada por Dios, y Poncio Pilato, el representante del poder terrenal, se unieron para rechazar y dar muerte al Hijo de Dios. Así tenemos a la cuarta monarquía culpable de rechazar los derechos del Mesías. Los judíos, como veremos de manera detallada en una posterior conferencia, son echados a un lado, y es entonces que tiene lugar el llamamiento de la Iglesia para los lugares celestiales. Pero por lo que respecta al estado de la Iglesia sobre la tierra, la hemos visto alterada por la semilla del Maligno, y por la apostasía que resulta de la misma; hemos visto a continuación que la corrupción de la cristiandad dará lugar a una rebelión más abierta y pronunciada, la de la misma bestia: esto es, de esta misma cuarta monarquía, bajo una forma nueva y última que está todavía por venir. Esto es lo que dará lugar a su juicio (Dn 7:9-11, 13, 14). «Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono era llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos. Yo entonces miraba a causa del sonido de las grandes palabras que hablaba el cuerno; miraba hasta que mataron a la bestia, y su cuerpo fue destrozado y entregado para ser quemado en el fuego.» Versículos 13 y 14: «Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.»
Aquí tenemos, pues, el reino dado al Hijo del hombre una vez que la cuarta bestia sea destruida. Sin embargo, este juicio y esta destrucción de la cuarta monarquía no han llegado todavía. Como prueba citaré Daniel 2:34, 35: «Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras de verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra.» Esto es, que antes que la piedra cortada no por mano se extienda y llene toda la tierra, destruye por completo a la estatua; oro, plata, bronce, hierro y tierra son barridas como el tamo por el viento. Desde luego, esto no está cumplido en absoluto. Con la acción de la piedra lo que se consigue no es un cambio de carácter de la estatua; se trata de un golpe, de un golpe repentino; es un golpe que quebranta, que destruye, y que no deja ni rastros de la existencia de la imagen, tal como lo dice aquí: «Sin que de ellos quedara rastro alguno.» El Imperio Romano, los pies, y, junto con los pies, todo el resto, desaparece. Con este solo golpe queda todo pulverizado, destruido, aniquilado, y, después de este juicio, la piedra que golpea la imagen llega a ser un monte que llena toda la tierra.
Queridos amigos, ¿acaso el cristianismo golpeó la cuarta monarquía cuando comenzó a extenderse? Al contrario, el Imperio Romano siguió existiendo, y llegó a cristianizarse; además, los pies de la estatua no existían en este tiempo. El acto de destrucción señalado mediante la caída de la piedrecita contra los pies de la imagen no representa en absoluto la gracia del Evangelio, ni tiene relación alguna con la obra que efectúa el Evangelio. Además, no es hasta después de la destrucción total de la estatua que comienza a crecer la piedra, es decir, que el conocimiento de la gloria del Señor, que tiene que llenar toda la tierra, no comenzará a extenderse hasta después que la cuarta bestia sea juzgada y destruida.
Queda una dificultad que se puede presentar en la historia de esta bestia. Se puede alegar que el Imperio Romano no existe en la actualidad. Pero esto es una prueba adicional de lo que estamos diciendo. Apocalipsis 17:7, 8: «La bestia que has visto, era, y no es», esto es, que el Imperio Romano dejó de existir en tanto que imperio; pero, ¿qué sigue de ello? Que «está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán». La bestia existía; luego deja de existir; luego saldrá del abismo. Tendrá un carácter propiameente diabólico, siendo la expresión del poder de Satanás.
Así, lo que aprendemos de manera general acerca del carácter de esta bestia es que, Desde su inicio el Imperio Romano ha sido culpable del rechazamiento de Jesús como Rey de la tierra; (2) Que posteriormente, en el seno de esta cuarta monarquía, aparece un cuerno pequeño que habla grandes cosas; y, finalmente, (3) que esta cuarta bestia, después de haber dejado de existir durante un tiempo, saldrá del abismo para existir una vez más, y ser luego destruida, a causa de las grandes palabras proferidas por el cuerno pequeño. Esto se relaciona con 2 Tesalonicenses 2:9, en cuanto a la venida del hombre de pecado, que es «por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos». La destrucción de este hombre se encuentra en el versículo 8.
Hay aún otra descripción de la última cabeza de la bestia (véase Ap 17:11), que es la bestia misma.[2]
Notas: [1] Autor del texto: F.W.F.
Notas: [2] sutor del texto: J.N.D.